sábado, 13 de octubre de 2007

De la nada hiciste magia




















De la nada hiciste magia.

Cuando no sabía cómo seguir abriste las puertas de tu corazón

facilitándome la búsqueda del camino en esta vida que no termino de entender.

Me enseñaste a permanecer despierta en un universo donde el tiempo

termina deteniéndose para la mayoría

agotados de tanto luchar para un futuro incierto que nunca llega.

A través tuyo aprendí a gozar de esas pequeñas cosas de la vida

que a pesar de verlas todos los días nos olvidamos que están allí.

Ver en lo simple la totalidad de la vida,

aquella vida que está cansada de vivir y prefiere ya no hacerlo

sabiendo que no hay otra opción que permanecer en esta tierra

hasta que el destino le indique la hora de partir.

La ignorancia mata la existencia de aquello que no necesita un espejo para entender que es real. De sólo sentirse comprende que su corazón late, tal vez más fuerte que otros corazones que de tanto mentir ya han quedado exhaustos.

Las eternas luchas sin sentido por algo material que tarde o temprano desaparece en los lazos del tiempo terminan por eliminar lo poco que queda de la verdad y la sinceridad en los corazones que aún saben amar.

Aquellas almas solidarias que saben que sólo de a dos se puede seguir el camino del destino lloran concientes de su incapacidad de enfrentarse a tal magnitud llamada “mentira”.

El dolor que causa la pérdida de humanidad y ver como el alma termina envuelta en una nube de polvo y suciedad, sólo se neutraliza con la lluvia cristalina del cielo, que de vez en cuando, cuando la esperanza está a punto de morir, aparece para recordarnos que la fe aun vive para aquél que cree.

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