sábado, 1 de diciembre de 2007

Un paso más














Aquella vez tuve miedo. Tu mirada de loco, de descontrol, de desinterés. No me conocías, no te importaba (en ese momento nada te importaba). Sólo me miraste, te reías mientras me golpeabas. Yo, en el piso, tanto más joven que vos. Sólo recuerdo haber sentido miedo, y tu primer golpe, que me dejó sorprendida. No me lo esperaba, no ese. Si hubiese quedado ahí tal vez se arreglaba. Pero vos tenías que seguir. Y no paraste. A los segundos ya me encontraba en el piso, protegiéndome como podía, aunque en realidad no podía. Por qué tuviste que tomar ese día? Por qué intenté hacerte comprender lo obvio? Sí, tal vez me lo merecía, tenía que suceder seguramente sino no hubiese pasado. Pero dolió tanto. No el hecho que me golpearas, sino de ver tu mirada. Me hubieses podido matar y tu cara no hubiese cambiado. Saber que no era nadie para vos, que seguramente ni sabías mi nombre, pero que de todos modos me pateabas como si nos conociéramos hace años. Dolió sentirme sola, que nadie te parara. Dolió sentir el frío, que no se tapaba con nada.

No fue tu culpa, ni la mía. Fue una circunstancia, aquel momento, ese momento, ya no importa. Pero ves cuando no podés sacarte las cosas de la mente? Cuando de alguna forma siempre vuelve aquel miedo? Y me quedó eso. Intento convencerme que el pasado es sólo eso, pasado. Pero tengo pánico que nuevamente me levanten la mano. No sé cómo reaccionaría. Ni tu nombre me acuerdo, tampoco sé si alguna vez lo supe. Nunca más te volví a ver, no te había visto antes. Pero esa vez, sólo por una vez y aún hoy se me pone la piel de gallina y se me humedecen los ojos cuando recuerdo aquel momento.
Pero te agradezco. Porque gracias a vos, desconocido que me marcó de por vida, hoy puedo apreciar realmente un abrazo, que me tomen de la mano, un roce suave o no intencionado. En momentos así pienso “gracias por esto, y que no sea como lo de aquella vez”. Gracias a saber lo que se siente que una mano te lastime tanto, puedo apreciar la mano que transmite cariño o preocupación. Por eso, gracias. Por ser mi maestro inesperado. Por vos, hoy busco la cercanía de la gente, porque la quiero. Quiero a las personas. Las amo. Las amo a mi manera, por más que sea incomprensible para los demás. “Cómo podes amar a la gente?”. No sé, yo simplemente los amo, por lo que son, por ser. Y también a vos te amo, y espero que encuentres tu centro, o que lo hayas encontrado, y que seas feliz. Tal vez algún día se crucen nuevamente nuestros caminos, y pueda superarte y agradecerte, ambas cosas a la vez.
Porque el miedo y el dolor que sentí no se borran tan fácil. Pero el agradecimiento es igual de grande, igual de fuerte. Aprendí de vos. Quererte, perdonarte, entenderte.

Para dar un paso más.
Para perdonarte.
Y perdonarme.
Para sentir.