domingo, 5 de abril de 2009

Utopía














Al caminar no vemos nada más que una infinidad de caras ajenas. Expresiones cuyo significado jamás entenderemos porque para lograrlo no alcanzaría una vida. Entonces la mayoría sigue de largo sin detenerse, en un flujo constante de idas y venidas, vueltas y regresos, deseos y recuerdos de eventos que no nos conciernen. Y sin embargo nos enfrentamos a sus historias en el segundo en que nos rozan, sea por equivocación o con cierta intención. Algo de la vida ajena nos es transmitido incluso con una mirada. Una mirada que puede cambiar nuestro día o nuestra vida para siempre. Quién les dio derecho a aquellas personas infiltrarse en nuestro más profundo ser con tan sólo una mirada? Nadie…ni siquiera ellos mismos; absortos en su propio universo no se dan cuenta lo que pueden llegar a causar en otros. Ni es su culpa no poder hacerlo; parte de nuestra ignorancia es no poder predecir los efectos que producimos en otros seres (en todo caso podemos prejuzgarlos, pero no tener absoluta certeza sobre ellos).

Podemos ir libremente por la vida sin detenernos a mirar a nuestro alrededor y ver con quién y dónde vivimos? Tanta ausencia de interés hacia el prójimo lleva a un egoísmo ya tan arraigado a cada uno que casi puede considerársela como ley natural del hombre: “primero soy, después son, en conclusión somos”.

Y si, utópicamente, invirtiéramos el orden de esa ley para convertirla en “primero somos, después son, en conclusión soy”? No me atrevería hablar de un mundo “perfecto” (la perfección pareciera estar sujeta a la subjetividad) pero sí a decir que los cambios pueden ocurrir y, en algunos casos, convertir una utopía en realidad.

“No tengo tiempo” no debería ser sinónimo de “no puedo conocerte, ergo no me acerco” sin detener la mirada por temor a encontrarnos con una verdad: que no nos equivocamos al querer conocer a los demás y por lo tanto, conocernos. Si no vemos la belleza de lo simple que nos rodea, cómo podríamos ver belleza en lo sutil de nuestra felicidad - la base de lo que “soy, son, somos” o “somos, son, soy”- algo tan poco tangible y a su vez absolutamente tangible en cada persona.