sábado, 1 de diciembre de 2007

Un paso más














Aquella vez tuve miedo. Tu mirada de loco, de descontrol, de desinterés. No me conocías, no te importaba (en ese momento nada te importaba). Sólo me miraste, te reías mientras me golpeabas. Yo, en el piso, tanto más joven que vos. Sólo recuerdo haber sentido miedo, y tu primer golpe, que me dejó sorprendida. No me lo esperaba, no ese. Si hubiese quedado ahí tal vez se arreglaba. Pero vos tenías que seguir. Y no paraste. A los segundos ya me encontraba en el piso, protegiéndome como podía, aunque en realidad no podía. Por qué tuviste que tomar ese día? Por qué intenté hacerte comprender lo obvio? Sí, tal vez me lo merecía, tenía que suceder seguramente sino no hubiese pasado. Pero dolió tanto. No el hecho que me golpearas, sino de ver tu mirada. Me hubieses podido matar y tu cara no hubiese cambiado. Saber que no era nadie para vos, que seguramente ni sabías mi nombre, pero que de todos modos me pateabas como si nos conociéramos hace años. Dolió sentirme sola, que nadie te parara. Dolió sentir el frío, que no se tapaba con nada.

No fue tu culpa, ni la mía. Fue una circunstancia, aquel momento, ese momento, ya no importa. Pero ves cuando no podés sacarte las cosas de la mente? Cuando de alguna forma siempre vuelve aquel miedo? Y me quedó eso. Intento convencerme que el pasado es sólo eso, pasado. Pero tengo pánico que nuevamente me levanten la mano. No sé cómo reaccionaría. Ni tu nombre me acuerdo, tampoco sé si alguna vez lo supe. Nunca más te volví a ver, no te había visto antes. Pero esa vez, sólo por una vez y aún hoy se me pone la piel de gallina y se me humedecen los ojos cuando recuerdo aquel momento.
Pero te agradezco. Porque gracias a vos, desconocido que me marcó de por vida, hoy puedo apreciar realmente un abrazo, que me tomen de la mano, un roce suave o no intencionado. En momentos así pienso “gracias por esto, y que no sea como lo de aquella vez”. Gracias a saber lo que se siente que una mano te lastime tanto, puedo apreciar la mano que transmite cariño o preocupación. Por eso, gracias. Por ser mi maestro inesperado. Por vos, hoy busco la cercanía de la gente, porque la quiero. Quiero a las personas. Las amo. Las amo a mi manera, por más que sea incomprensible para los demás. “Cómo podes amar a la gente?”. No sé, yo simplemente los amo, por lo que son, por ser. Y también a vos te amo, y espero que encuentres tu centro, o que lo hayas encontrado, y que seas feliz. Tal vez algún día se crucen nuevamente nuestros caminos, y pueda superarte y agradecerte, ambas cosas a la vez.
Porque el miedo y el dolor que sentí no se borran tan fácil. Pero el agradecimiento es igual de grande, igual de fuerte. Aprendí de vos. Quererte, perdonarte, entenderte.

Para dar un paso más.
Para perdonarte.
Y perdonarme.
Para sentir.

viernes, 30 de noviembre de 2007

Día




















Es como si hoy pudiera reírme de todo, de cada día de mi vida, de cada momento.
Como si hoy hubiese abierto los ojos y visto por primera vez al mundo. No, no fue hoy. Fueron 19 años de un lento abrir de ojos. Tal vez sean más. Llegué a pensar que era sólo un momento más, pero de alguna forma sé, o siento (o es lo mismo) que es sólo el comienzo.
Estuve, de alguna forma inconciente (o pensando que era conciente cuando tal vez no lo era) alejándome de la gente, porque sentía que algo no estaba bien. Cada día de mi vida, algo no estaba bien, algo faltaba. Hoy, mis manos tiemblan al escribir. Cierro los ojos e intento poner en palabras lo que me pasa, pero ni yo lo entiendo.
Escuché muchas palabras estos días, o estos últimos años.
Me río por cómo todo se fue dando. Como un juego, las piezas que parecían tan caóticas, tal vez en algún punto se alinearon, dejándome ver claramente que todo fue por algo, para llegar a algo.
Cada día lo siento más fuerte, y a su vez tengo miedo. Miedo de sentir la grandeza que sólo pude oír en boca de otros. Miedo a entender que tal vez yo también pueda.
No me pidan que lo explique, no me pregunten qué me pasa porque no sabré contestarles. No aún, no hoy, porque soy una niña que aún no ha aprendido a correr, y si me preguntan, será como querer empujar a aquella niña a que corra. Lo único que lograrían sería que la niña tropiece, porque aún no ha aprendido a correr.
Realmente me mantengo en silencio, escuchando, observando, porque no entiendo. Y si no entiendo, no puedo hablar. Pero a su vez, todo cobra sentido a cada paso que doy.
Estoy volviendo a respirar.
Estos últimos días…no hubo día en el que no lloré. Lloré por cualquier cosa, pero sobre todo por las palabras que escuché. La primera vez, hace unos días, que estallé así, no pude parar. Lloré, sin poder controlarme. Sentí de repente tanto dolor, que no sabía qué hacer con él. Sentí que me destruía. Fue como si todo el mundo que me había creado hasta entonces se me venía abajo. De ahí en adelante, lloré cada día. Pero en vez de que me haga mal, de a poco, me fue aliviando. Cada día, cada momento, iba cambiando. Fue como redescubrir algo, sin saber qué.
No entiendo, no puedo describirlo mejor.
Estoy volviendo a respirar. Mi mente aún no entiende lo que sucede, yo aún no entiendo. Me imagino miles de cosas, pero deseo vivirlas. Necesito vivirlas. Necesito despertar.
Tengo miedo, mucho miedo, pero sonrío.
Sé, y esta vez desde mi espíritu, desde el fondo de mi ser, desde mi alma, desde el único alma que existe, que todo va a estar bien.

El encuentro















Cuando pensaba que ya nada ocurriría en su vida, la vida la sorprendió, dándole un nuevo hijo. No uno como cualquiera se esperaría, no había nacido de su vientre. Jamás podría haber venido de ella, ya que se encontraba demasiado vieja como para tener hijos. Sin embargo, en cuanto lo encontró, supo que era suyo, que tenía que serlo, y que no había ser en el mundo que pudiese cuidar mejor de él que ella.

Un día había decidido terminar definitivamente con su vida. Hace años que no tenía una vida agradable, se sentía sola. La soledad por sí misma no era el problema, pero sí la monotonía del día a día, que acentuaba aún más su soledad. Había dejado de sentir fascinación por la vida hace años. Ya nada la sorprendía, nada la divertía. Por más que intentara recordar cómo era amar la vida, los días no cambiaban, su alma se había dormido con el paso del tiempo.

Así llegó que un día se despertara con una tristeza profunda, de aquellas que no tienen explicación, que aparecen cada tanto. Pero para ella no era sólo una tristeza más, quería que fuera la última.

Tomó todas las píldoras que tenía en casa, se vistió y salió. Aún no había amanecido, pero el día prometía traer lluvia consigo. Vivía cerca de un bosque, por lo que cruzó la calle, caminó unos pasos, y se introdujo en aquel bosque que tan bien conocía.

No sentía nada aquel día más allá de la tristeza. No había rasgos de arrepentimiento o miedo en ella, sólo convicción. Sus pasos eran firmes y seguros, por más que no había mucha luz, ella sabía por dónde ir. En realidad no había camino, pero ella lo había creado con el paso del tiempo, de tanto caminar por ahí había dejado una especie de camino, que sólo ella podía reconocer.

Caminó varias horas. El sol ya debía haber salido, pero no se veía debido a que el día se encontraba nublado. El gris azulado modificaba todos los colores naturales del bosque sumergiéndolo en un color monótono, tal como su vida.

Volvió a recordar momentos de su vida en aquel bosque. De alguna forma sentía que el tiempo se superponía y que vivía varios recuerdos a la vez. Creía poder verse entre aquellos árboles, una vez de chiquita, otra de adolescente, otra de adulta. Cada figura de ella representaba algún recuerdo vivido en el bosque. La niña jugando a solas a las escondidas (aún se preguntaba con quién había estado jugando, por más que intentara, no podía recordarlo), corriendo de un lado al otro, riéndose a carcajadas. La adolescente, fumando y charlando con alguien, aunque aparecía sólo ella, como si estuviese hablando sola. Seguro que había otra persona con ella en aquel entonces, pero no recordaba quién. La adulta, sentada bajo un árbol, leyendo un libro y de vez en cuando mirando a lo lejos, como si vigilara a alguien, por más que no hubiese nadie más.

Todas estas imágenes se encontraban ahora frente a ella, la mujer envejecida. Ella caminaba, mientras veía los fantasmas de su pasado caminando a su lado.

Había dejado de fumar hace tiempo, tampoco sentía más placer tomando alcohol. Era como si todo lo que había hecho no hubiese tenido sentido, como si hubiese vivido una mentira, un engaño. Se preguntaba si realmente había pasado todo aquello que ella ahora recordaba, o si acaso era todo parte de su imaginación, y que sólo existía ella, siendo todo lo demás creación de su propia mente. Quién era ella en realidad? Qué había hecho todos estos años? Había realmente vivido?

Los pensamientos iban y venían pero no se quedaban mucho tiempo en su mente. Era un flujo constante de vivencias, momentos, recuerdos pero ya nada importaba, ya nada la afectaba. Había tomado la decisión de dejarlo todo, de abandonar todo y por primera vez en mucho tiempo se sentía bien.

Caminando llegó a un árbol. No sabía si alguna vez se había introducido tanto en el bosque, pero ni eso era problema para ella. Total, no iba a salir viva de él.

Tranquilamente, se sentó y apoyó su espalda contra el tronco del árbol. La tierra aún se encontraba húmeda. El silencio del bosque la reconfortaba. Hacía cuánto que no había vuelto a tener sensaciones como éstas?

Cuando quiso sacar las píldoras de su bolsillo, algo rozó su mano. Cuando giró la cabeza para ver de qué se trataba, dio un grito de asombro. A su costado tenía una bolita negra, mirándola fijamente con ojos tan inocentes, que no pudo más que reírse, sorprendiéndose ella misma de aquella reacción tan natural. No podía explicarse de dónde había salido ese cachorro, que ahora que ella se encontraba de pie, buscaba la cercanía de sus pies. Jamás podría haberse encontrado en aquel lugar solo porque hubiese muerto de hambre, pero por más que girara y girara, no había persona cerca que pudiese haberlo dejado ahí sin que ella lo notara.

Volvió a sentarse, tomándolo en sus manos y levantándolo a la altura de sus ojos. Lo miró fijamente. Aquella bolita peluda no dejaba d mirarla. De repente, la mujer comenzó a llorar. No entendía por qué, pero todo su cuerpo temblaba. Había pensado, había sentido que era correcto lo que hacía, entonces no podía entender por qué de repente sentía aquel dolor y aquel miedo. Mientras ella había estado a punto de destruir su vida, otra había nacido tal vez sin que nadie lo supiese. Y mientras ella pensaba solamente en ella, había ignorado cómo quitando su vida seguramente quitaba también la vida de ese cachorro inocente, que sólo gracias a ella lograría sobrevivir.

Cuando tomó al animal en sus manos, por primera vez sintió que sus almas estaban conectadas. No era nada fuera de lo normal, no era un milagro, sino que sintió que por primera vez se había detenido a observarse. El cachorro era ella, parte de ella. Y ahora, esa parte de su alma necesitaba ser cuidada, así como ella quería cuidar de ese cachorro. Lentamente se incorporó llevando al perrito en su brazo. Tardaría bastante tiempo en regresar a su casa, aquella a la que pensaba no regresar jamás.

Cada paso su vida iba cobrando sentido, a cada paso su peso se aliviaba. Lloraba, pero sonreía. El tiempo no parecía existir en aquel bosque.

Mientras caminaba, las figuras de su infancia nuevamente la acompañaban, pero esta vez no siguiendo con sus propias vidas en sus propios tiempos, sino mirándola fijamente a ella. El tiempo pasado ya no existía salvo en su mente, y todo lo que había vivido se volvía parte de ella. La niña, la adolescente, la mujer adulta, ya no eran entes independientes, sino relacionados entre ellos. Eran ella, y parte de ella.

Mientras el tiempo iba avanzando junto a sus pasos, las imágenes desaparecían lentamente. Ahora ya no necesitaban recordarle quiénes eran. Ella ya había comprendido.

Cuando se estaba acercando al final del bosque, pudo notar que el cielo se había aclarado, y que ahora estaba atardeciendo. El cielo estaba inmerso en un universo de colores, pasando de rojo intenso al azul oscuro, dejándole los arboles a contraluz, como si fuesen siluetas que la guiaban hacia el exterior.

En el momento que dio su primer paso fuera del bosque, el cachorro había desaparecido.

jueves, 29 de noviembre de 2007

Pensamientos
















No hay forma de salir de este laberinto recto. Encontrarse, no encontrarse. Verse y no verse. Saberse y no saberse. Las vueltas que damos, las veces que regresamos, lentamente, volviendo al comienzo, para comenzar de nuevo, el principio del día, de la noche, de lo que somos, de lo que sentimos. Porque de nada sirve sonreír si no se siente, de nada sirve pretender estar bien. Más que engañarse, es lastimarse, es no reconocerse, es alejarse de lo que queremos ser. Si son sinceras, las lágrimas hablan por sí solas y saben hacerse entender. Las palabras incompletas, insensatas, sin sentido, confusas. Nos perdemos, nos olvidamos, pero estamos vivos, somos vida, damos vida a las lágrimas, a los abrazos, a las sonrisas. Y si es esto lo que somos, seámoslo desde el alma porque el alma es lo único que al final nos queda. A través de él, somos, respiramos, sentimos.
Soles hay miles, pero sólo uno es nuestro sol y encontrarlo es recorrer años, kilómetros, tiempo que no es tiempo, que son sólo números que le damos a lo que no se puede entender. Porque el alma no tiene tiempo, no tiene límite, ni fronteras. Nuestros sueños no conocen laberintos, ni paredes, sino que se elevan a donde la razón no llega, a donde pueden expandir sus alas y encontrar su centro, su sol, su luz, su ser. Nuestro sol es nuestra vida, es nuestra mirada más profunda, nuestro amor más puro. No por lo que vemos, por lo que demostramos, por cómo hablamos, sino por lo que soñamos, por lo que nuestro corazón late.
El laberinto recto, que nos lleva hasta el fin y al comienzo, y del comienzo al fin que no es fin. Porque transitamos en armonía, con nosotros mismos, con lo que soñamos. Y si sonreímos, que sea nuestro sol el que sonría, que sea nuestro alma el que cante. Y si lloramos, lloremos, porque sólo así vivimos los sentimientos, y sabemos dónde encontrarnos.
Verse, no verse. Saberse y no saberse. No somos acaso todos uno mismo? No somos acaso nosotros mismos los que nos buscamos, los que nos engañamos, los que abrazamos? Querer ser, y ser. Hay una gran diferencia.


*

viernes, 16 de noviembre de 2007

El silencio
















Encontramos aquí lo que se llama silencio.
En las voces, en las luces, en el viento y en el calor que emite el corazón latente; todo conduce al ya tan conocido silencio.
El silencio de las mañanas como de las noches, de los amaneceres como de los atardeceres. Tan parecidos pero con esa mínima diferencia que los hace ser únicos e inconfundibles.
Los silencios que siguen a las lágrimas, los que son temidos, los que son agradecidos, los que son buscados y los que son encontrados. Por todos lados nos encontraremos con estos silencios, por más cortos e insignificantes que sean, están, si uno sabe buscarlos debidamente y les deja su espacio para expandirse y hacerse notar.
No hay silencios molestos; en todo caso las molestias son producidas por la misma mente que no sabe cómo enfrentarse al silencio.
El silencio es el contrario al sonido y al ruido. Es la parte complementaria, el ying (o el yang, depende), el in o el yo, como la luz y la oscuridad, el sol y la luna, el día y la noche. No hay silencio sin ruido, ni ruido sin silencio.
Suele atribuírsele al silencio la característica de ir de la mano con la soledad, debido a que muchas veces decide aparecer cuando nos encontramos o nos sentimos solos. Pero no en todos los casos esto es así. Los silencios también encuentran refugio entre dos personas o en medio de un grupo de gente.
Por lo tanto se puede decir que el silencio es impredecible; aparece cuando quiere y nunca se sabrá dónde caerá a continuación.
Pero es realmente tan impredecible como puede parecer en primer momento? Imaginemos a dos personas que se reencuentran después de 10 años de no verse. Al principio se contarán todas sus vivencias, se reirán, tal vez llorarán, pero llegará el momento, cuando ya se han contado todo y se dan cuenta de la gran distancia que existe entre ellos mismos y la persona desconocida frente a ellos, en el cual se quedarán callados, sin saber que decir. Es aquí donde entraría en juego el silencio. Y, como hemos visto en este ejemplo, no fue tan impredecible que los sucesos pudiesen darse de esta forma. Podremos decir entonces, que por más impredecible que parezca, el silencio es bastante predecible en ciertas situaciones.
Cómo reconocemos el silencio? Parece una pregunta bastante obvia, pero analizándola bien, podremos llegar a encontrar más de una respuesta. Lo primero que se nos ocurriría decir es que el silencio se ve acompañado siempre por la ausencia de ruidos molestos. Pero, y cuando los ruidos no cesan por completo y seguimos escuchando a lo lejos ciertos ruidos conocidos, o notamos el sonido de una mosca o de un ventilador? Normalmente seguimos pensando que estamos en presencia del silencio. Y tomando el ejemplo de los dos que se encuentran después de tantos años, suponiendo que fueran a un café a charlar y de repente cae el silencio, no es lógico imaginarse que alrededor de ellos los ruidos ajenos del ambiente seguirían su curso de manera normal por lo que el silencio no sería completo? Y sin embargo, ambos seguirían notando el silencio entre ellos. Es el silencio entonces meramente un fenómeno del ambiente, un fenómeno producido entre las personas o acaso algo completamente distinto?
Vuelvo a preguntar entonces, cómo se reconoce el silencio?
Supongo que para llegar a una respuesta válida que valga para todos habría que analizar todos los casos posibles y eso nos llevaría una vida y más. Por eso, dejaré que cada uno encuentre su propia respuesta de cómo reconocer cuando se está en presencia de nuestro compañero, el silencio.
El silencio nunca nos abandona, también por eso lo llamo compañero. Siempre dispuesto a estar cuando lo buscamos, siempre haciendo el esfuerzo en ser lo más perfecto posible para nosotros, por más que muchas veces no se le permite ser totalmente él.
No tiene límite de tiempo salvo el que le ponemos nosotros. No pide nada a cambio, sólo que lo escuchemos y disfrutemos. No es complicado, no nos discute ni espera nada de nosotros. Simplemente nos deja ser y nos acompaña en el trayecto.
Por eso el silencio es confiable. Cuando estamos con dudas o tenemos conflictos internos, muchas veces buscamos su presencia para que nos ayude a aclarar nuestras preguntas e incertidumbres. Aparece con distintos nombres tales como meditación, sueño, la ya nombrada soledad, lejanía, naturaleza, pero por más nombres que tenga, su esencia sigue siendo la misma.
La distancia no lo hace distinto, por lo que es universal. En todas las lenguas y culturas el silencio tiene las mismas características, la misma fonética, la misma gramática, el mismo acceso.
El silencio también crea sentimientos, sensaciones y pensamientos. Cuando aparece, no lo hace sin más sino que su entrada es triunfante, segura, firme y llamativa, y a veces, cortante. No necesita introducción ni despedida, ya que es tan conocido como nuestro propio nombre.
Muchas veces es indeseado e intentamos pelear contra él y ganarle. Ahí vemos el caso de personas que le temen o que no saben qué hacer con él. En estos casos los métodos más comunes de evadirlo son: encender la televisión, radio, escuchar música, hacer llamadas telefónicas, etc, y en el caso extremo de no disponer de ninguno de estos instrumentos, el recurso más utilizado es el canto, las charlas consigo mismo o, si se tiene tal habilidad, silbar.
El silencio no siempre es producido por uno mismo. Es por eso que muchas veces no lo deseamos. Tal vez sentimos que no podemos controlarlo o que somos controlados por él. Al sentir que tiene esta ventaja sobre nosotros, nosotros que tanto deseamos controlar todas las situaciones, nos sentimos débiles o incapaces. No sabemos cómo enfrentarnos a él ya que no es visible a los ojos y por lo tanto, un contrincante temido y respetado. Y sobre todas las cosas, la pregunta fundamental cuando aparece el silencio es, cómo actuar? No hay una guía con pasos a seguir en caso de la presencia del silencio. Hay guías para todo, menos para las cosas importantes como estas. Entonces, no sabemos cómo comportarnos, qué hacer con nosotros mismos cuando nos vemos involucrados en una situación de silencio. Quebrarlo? Acompañarlo? Esperar? Correr?
Es en estos momentos que entramos en conflicto con nosotros mismos y dejamos al silencio de lado. Y después le echamos la culpa al silencio por aparecer así, sin previo aviso, dejándonos completamente en desamparo cuando la culpa es meramente nuestra.
Me pregunto cuántas personas verán el silencio como enseñanza, como maestro.
Se dice, aunque no quisiera aferrarme mucho al “se dice”, que el silencio dice más que mil palabras. Podríamos tomar aquello como guía? Tal vez. Pero quedaría incompleta, ya que no se aclara ni cuánto tiempo de silencio, ni en qué situaciones se daría aquel caso ni con quién serviría y con quién no. Por eso, al menos que uno quisiera tener una guía incompleta, diría que ese proverbio es sólo una mera posibilidad de ver el silencio.
El silencio, siempre tan misterioso y a su vez simple silencio del día a día, cuántas veces lo notaremos y cuántas veces pasará de largo sin dejar historial?
Tal vez sería más fácil reconocerlo si supiéramos cómo imaginárnoslo. Al ser un ente abstracto no podemos tener una visión clara del silencio cuando hablamos de él. Entonces habría que analizar diferentes formas de imaginarse al silencio, tratar de encontrar una imagen que se asemeje, que nos haga pensar en el silencio.
Pensándolo, es muy difícil encontrar una imagen visual representativa del silencio. Extraño. Poder pensar las palabras sin tener una imagen muy clara de lo que se está hablando, y sin embargo creer saber de lo que se trata.
El silencio que nos llena, el que nos vacía, el que nos reconforta, el que nos desespera, el que nos alivia, el que nos angustia. Tantas sensaciones y descripciones de lo mismo, tantas interpretaciones capaces de llenar cientos y cientos de páginas y terminar no diciendo nada.
Aquel silencio hoy llena mi mente, dejándome pensativa, dejándome estar “acá”. Y no importa lo que pase, lo que ocurra, cuántas cosas negativas haya cada día, porque afectan la mitad de lo que harían cuando mi mente se encuentra en silencio.
Porque en silencio he mirado a mi maestro, porque en silencio te he escuchado, porque en silencio he acompañado cada día a mi madre, porque en silencio las montañas hablan, y porque en silencio la nieve cubre la tierra de invierno.
Porque en silencio hemos compartido tantos momentos, visto tanto, soñado tanto.
Y porque el tiempo pasa, también en silencio, sigiloso.
Si no podemos entenderlo, quererlo, aceptarlo, comprenderlo, no podemos disfrutarlo. Si no podemos disfrutarlo, indefectiblemente antes o después le tendremos miedo y el miedo nos hace retroceder ante la vida. Y el silencio es parte de la vida. Como el camino lo recorremos en silencio. Con muchos ruidos, palabras, gritos, vivencias, pero el silencio lo termina cubriendo todo, llenando todo. Y descubrimos que somos silencio, que somos tranquilidad, que somos paz.
Y en silencio, sonreímos.

*


miércoles, 14 de noviembre de 2007

Seminario 2007





















Bien, hoy fue la despedida de Sekiguchi Sensei.
Por una semana, las cosas estarán, supongo, un poco más tranquilas…conoceré el nuevo dojo, estudiaré para el último examen (rezo para que sea realmente el último) y tomaré, espero tmb, alguna que otra decisión sobre cómo seguir de ahora en adelante.

Cómo explicar lo que fueron estos días? Como ya dije, no alcanzan las palabras. Nuevamente pasó un año más, el tercero para ser exactos, y los días volaron y hoy ya pasó todo. Una ola que llega, arrasa con todo, renueva todo, y se vuelve a ir con la misma prontitud con la que vino, dejando tras de sí un ambiente renovado y nuevas fuerzas.
Cuando vi la foto grupal de este año, la vi diferente a los años anteriores. La vi con más variedad, con mayor amplitud, alegría, menos estructurado. O sea, la vi…también renovada. Hay colores, gente de taiko con sus trajes, ninjas, kimonos, banderas, gente sonriendo. No sé bien qué le vi de diferente…y por eso la volví a mirar a ver si descubría algo nuevo que me contestaría la pregunta, pero no. Simplemente es lo que es. Esa foto, ese momento, esa gente.
Y agradezco con todo mi corazón a mis compañeros de Taiko que pusieron tanto esfuerzo de su parte, y que nos alegraron los días venideros. Realmente nos llenaron de energía, y hablo en plural porque hasta el último día no dejé de oír comentarios y felicitaciones por la participación y las ganas que pusieron. Cambiaron, y tmb mejoraron a su manera el seminario, de eso no hay duda.

El año pasado, a principios de este año, dudaba de si este año llegaría a presenciar la llegada de Sekiguchi Sensei. Temía que no fuera así. Y es más, estaba casi segura que no sería así. Por eso, haber llegado hoy hasta acá fue para mí realmente un logro y una alegría inimaginable. No sé si puedo decir que para mí fue un mayor regalo aún que para otros porq no tengo derecho de comparar nada mío con nadie, pero sí puedo decir que este seminario lo agradecí y lo disfruté muchísimo más que los dos años anteriores. Seguramente porque el año pasado estaba por perderlo. Y aprendí a valorarlo aún más.

Hoy no tengo ninguna certeza del tiempo que podré compartir junto al dojo. Intento todos los días dar lo mejor, dar todo lo que puedo, para poder seguir siempre, y por años. Como le dije hace poco a alguien que respeto muchísimo “si es por mi, no hay que temer perderme. yo seguiré en la escuela el tiempo que sensei me lo permita”. Y no hay nada mas sincero que eso. Yo estoy.
Durante el año pensaba tantas veces en qué me había equivocado tanto, o cuál era el error tan grave que cometía. Aún hoy me pregunto si es un error lo que hago. A tal nivel, de tener que preguntarle a mis senpai si les parece mal lo que hago o si me equivoco en algo y si es así, en qué.
Es verdad que el camino es uno, pero para mí todo lo que hago es parte de ese único camino. No los veo como caminos separados, por eso no veo dónde o entre qué podría elegir, o cuál hace mejor a uno que a otro, si es todo parte de un único camino irremplazable. Por eso nunca podría dejar esta escuela, porque es mi camino, y porque todo lo que hago, es parte de ese camino, y porque gracias a ese camino, yo soy lo que soy y hago lo que hago.
Durante el seminario me di cuenta también que todo lo que me acompañó estos últimos años no hizo más que enriquecer y aportar a mi crecimiento. Por más que muchos no lo entiendan, las similitudes son enormes aún cuando parece que las artes son completamente diferentes. Es por eso que Sekiguchi Sensei logra comparar tan bien y con tanta claridad el karate con el iaido y es por eso que lo que se aplica al iaido también sirve para taiko y viceversa. Y a su vez, el taiko saca sus posturas del karate, y así, el círculo es uno sólo que cierra sólo si se lo ve como un todo, y no como cada cosa por separado.

Como dije, si en algún momento creía ser capaz de decir “seguiré siempre en esto”, hoy corrijo lo que dije y pienso “intentaré hacer todo lo posible para poder seguir siempre en esto”.

Cuando veo a sensei, sé que lo respeto. Y no lo respeto únicamente por su trayectoria en las artes marciales, sino lo respeto y lo admiro en primer lugar por ser persona, por ser hombre, y después, por ser sensei. Porque si no fuese persona, no podría ser sensei. Cuando comencé con iaido me equivoqué al verlo únicamente como sensei, y no entendía la mitad de las cosas que hacía. Hoy lo entiendo, y lo acepto, y lo apoyo, y lo admiro por su humanidad. Y no porque sea perfecto, porque la perfección no existe, sino simplemente por ser hombre y sensei, y sensei y hombre, y un hombre que se convirtió en sensei y un sensei que no puede más que ser completamente hombre, y por lo tanto y a su vez, ser sensei. Complicado? Sí. Pero naturalmente lógico (yo me entiendo jej) y comprensible, si uno se abre e intenta comprenderme.
Y que yo piense así, no significa que yo tenga razón. Sino que esa es mi razón, y únicamente mía y que esa me impulsa cada día a ser parte de la escuela, y querer ser parte.

Volviendo al seminario…los días fueron cansadores, agotadores, y el tiempo a veces no quería pasar, y a su vez pasaba demasiado rápido. Cuántas veces pasa que uno ve 10 días seguidos a los mismos compañeros las horas que nos vimos, y comparten tanto esfuerzo juntos? Sekiguchi Sensei dijo que veía unidad en nosotros, y yo sólo puedo asentir y darle la razón. Realmente estabamos unidos por los lazos de la práctica, y si se me permite decir, del camino que nos unió a todos en primer lugar.
Logré acercarme a mucha gente, admirar más y más a las personas, a personas particulares, y al hombre en sí.

Muchas veces se sorprenden al verme sacar fotos a las caras y a los gestos de las personas, sus posturas, sus momentos de concentración, de ausencia. Y yo sólo puedo responder diciéndoles que me encanta fotografiar a la gente, cuando en realidad es mucho más que eso. Es porque admiro a las personas. Admiro a mis compañeros, y me encanta retener los momentos tan naturales que sólo salen en momentos específicos, muy difíciles de captar. Durante 10 días intenté sacarle una foto así a Sekiguchi Sensei pero no lo logré. En tres años, sólo logré sacarle una única foto así de especial (lo que yo llamo especial) y no vi a nadie que haya sido capaz de sacarle una foto de tal índole. Y de seguro seguiré intentándolo en otros años, si es que tengo la suerte de poder vivirlos junto a Sekiguchi y la escuela.

La práctica en sí? Si no fuese exigente no se podría llamar práctica, por lo que los detalles físicos son innecesarios ponerlos acá. Sí puedo decir que por más que observé cada movimiento suyo e intenté e intento copiarlos, sentí que este año veía otra cosa, completamente distinta y que dejaba los movimientos en segundo lugar. Cómo describirlo? Cómo describir la sensación de haber prestado atención a cada detalle y a su vez, no haber visto ni uno? Lo primero sería una mirada tal vez demasiado perfeccionista y detallista, aunque ideal para el iaido. La segunda sería una mirada completamente fallida y de principiante. Entonces cómo describir que lo que sentí, eran ambas sensaciones a la vez mezcladas en una? Si me preguntaban por los detalles de la técnica, noté que no me había perdido de nada de lo que nombraban o preguntaban. Pero el resto del tiempo, no le prestaba atención y no le daba la importancia que había hecho en años anteriores. Copiaba la técnica y aplicaba lo que veía, pero más que nada la grababa en mi corazón, y sentía que tenía que prestarle atención a otra cosa, no visible a los ojos. Por eso lo miraba, y a su vez no lo miraba. Y me pregunté los 10 días si acaso no lo había aprovechado y me obligaba a mirarlo aún más, sin ser capaz de concentrarme en lo que veía. Pensaba que estaba mal.
Hoy, habiéndole mirado a los ojos cuando me tomó de la mano para despedirse, noté que no estuve mal ni uno de esos días. Sin poder explicar acá el por qué (estuve intentándolo mas arriba y tengo que admitir resignada que no me fue posible) supe y sé que este año lo vi “realmente”, por lo menos en comparación a las dos veces anteriores. Y lo sorprendente de todo es que no me refiero a su técnica (ésta la he captado e intentado retener lo mejor posible en mi memoria visual que por suerte la tengo bastante bien desarrollada me han dicho) sino a otra cosa…que no encuentro palabra que lo defina. Por eso lo diré de la manera más simple e incompleta, y por lo tanto, abierta a mal-interpretaciones varias: “por primera vez pude ver realmente a Sekiguchi sin verlo”.

Dije al principio que no hay palabras que puedan definir y explicar lo que fue este seminario. Y sigo manteniendo esa postura por más que vaya por la tercer carilla , pero mientras escribo de todos modos siento que no digo nada y a su vez, que ordeno un poco los sentimientos de estos diez días. Por eso puede parecer todo un caos, y puede ser incomprensible para la mayoría, aburrido para otros. Tampoco busco ponerle tensiones ni sorpresas, ni intento entretener a nadie, ni hacerme entender, sólo escribir.

Mar del Plata. Fue una mezcla de sensaciones varias. Yendo de recuerdos de años anteriores hasta vivencias nuevas, alegrías nuevas. Fue como volver a un lugar después de un año, y terminar de cerrar una historia y entender que así tuvieron que ser las cosas o que así salieron. La pasé excepcionalmente y esa es la verdad. La gente allá es maravillosa, tan humilde y alegre, y dispuesta a ayudar en todo. Fue muy lindo poder compartir con ellos el seminario y las cenas.
Y lo mismo de La Plata. Personas de gran corazón, de soles verdes y informáticas sin computadora y pequeñas grandezas enormes.

Sekiguchi Sensei…conocido y desconocido a la vez. Sin entenderlo con palabras, se lo entiende de corazón. Cómo las palabras se vuelven secundarias cuando el espíritu se expresa y enseña y usa al cuerpo como medio para abrirse a los demás. Si él no es una gran persona, no sé quién lo es.
Tanta humildad, alegría, energía, respeto, dedicación, pasión, corazón, fe, paciencia, silencio, paz, perfección, armonía en una sola persona. Alguien como él, una grandeza que sobrepasa los límites del entendimiento si no se lo ve en persona. Esa sonrisa infantil tan única y pura, esas manos tan duras y lastimadas, que cuentan su propia historia marcial, tan cálidas y tiernas y pequeñas y hermosas a la vez. Esa mirada de alegría, tan pacífica, entendida, cansada, agotada, llena de vivencias, experiencias de vida.
No agarra el bokken, no lo toma, no lo aprieta, sino que lo sostiene en sus manos como tan cálidamente como si tuviese a un pajarito en sus manos que tuviese que cuidar. Es como si únicamente apoyase las manos sobre el bokken, o el bokken en sus manos, o ambas cosas a la vez.
No camina, sino que parece flotar sobre el piso. Sus pasos son tan livianos, simples, fáciles, ágiles, y sin embargo firmes como la tierra, seguras, inamovibles siendo cambiantes.
Esa mente firme, pero llena de henkas, de variantes, de posibilidades, de vida. Nada es estable, nada tiene una sola respuesta, sino que no alcanzan las respuestas a una sola pregunta ni hay suficientes preguntas que alcancen para cubrir todas las respuestas que él tiene.
Su voz en agradable, tan cálida, y perdonen la repetición de palabras pero no soy muy hábil para describir. Da placer escucharlo, y podría escucharlo por horas, maravillándome de su tono tan bajito, su continuo explicar sin pausas, sin secretos, sin límites. A veces sentía que no entendía, que podía entender japonés. O sentía que siempre había escuchado esa voz. Como si en cualquier momento pudiera entender todo, o que ya lo había comprendido sin saber lo que dice.

Es esto, y tanto más, en una sola persona, en 10 días, en un arte marcial, en mí.
Y no me alcanza el tiempo de expresar todo.
Sólo haré mensión a algunas personas, momentos que viví que me hayan quedado realmente grabados por razones conocidas o no tan conocidas. Y no significa que al no nombrar algo no lo recuerde, sino que sólo no fue el momento de recordarlo justo ahora.
Pero siento que poder decir “gracias” y poder decirlo puntualmente, es algo que puedo hacer.

Gracias a Sensei, por hacer posible traer a Sekiguchi Sensei, por más que somos todos los que logramos traerlo, es él el que contacta con él y nos posibilita verlo.

Gracias a Liberato-san por ofrecer su lugar como punto de encuentro cuando no teníamos nada mas.

Gracias a los de taiko, a Naty sobre todo, por la dedicación, la entrega a la parte que le tocó en el seminario, y que dejó marcas importantes.

Gracias a Daniel, por su compromiso de llevarnos y traernos todos los días, por más que él diga que de todos modos tenía que hacer esos trayectos. Él siempre está, y eso no tiene precio ni forma de agradecer lo suficiente. Y lo que digo es poco.

Gracias a Moriya Sensei por seguir tan fielmente a Sekiguchi Sensei y recordarme siempre a él. Por ser tan buen alumno y sensei a su vez, por ser tan humilde y abierto, y por transmitir la misma calidez que Sekiguchi Sensei.

Gracias a Alegre-san, la persona que más llegué a respetar del dojo, junto a Sensei y Moriya. Es único, y la verdad es que ni yo sé o entiendo por que lo quiero y admiro tanto. Lo veo como una especie de padre, por más que esta muy lejos de serlo jamás. Ël, como senpai, fue siempre mi ejemplo a seguir y me ayudó muchísimas veces, queriendo y a veces sin siquiera saberlo.

Gracias a Jacinto-san, por ser tan humilde y amable y especial y confiable. En estos días llegué a respetarlo y quererlo muchísimo más, y hoy puedo decir que lo reee quiero tmb ^^

Gracias a Venturini, por recibirnos tan bien en Mardel, por enseñar en La Plata y Mar del Plata y realizar tantas horas de viaje para ir a la plata o para venir a entrenar a capital. El tmb es un muy buen alumno, o asi lo veo yo por lo menos. Y realmente se esfuerza muchisimo y admiro eso. Realmente ayudo muchisimo en estos seminarios, y es un gran apoyo para sensei.

Gracias a Kochi, que por más que sólo apareció un día, siempre siempre fue increíblemente amable conmigo y me dio muchísimas cosas, que no tengo manera de agradecérselas como se lo merece.

Gracias a los ninjas de capital y a Sasuke de Mardel, por querer formar parte de esto, por mostrar interés en el seminario, por su humildad y dedicación, y por lograr juntar dos artes marciales, unir dos grupos que jamás pensé que se llegarían a unir. Por su gran esfuerzo en estos días y su gran aporte y buena onda durante todo el seminario.

Gracias a Karina, con la que la pasamos bárbaro en Mardel y que se bancó todo el seminario por más que tenía que “estudiar” ;p por las charlas que tenemos, y las cosas que vivimos y compartimos por más que parezca poco, no lo es.

Gracias a la pequeña Sol, que tan buen ejemplo fue para todos. Que tan impresionantemente participó del seminario como una más y logró más que muchos de nosotros juntos. Esperemos que siga avanzando así, y que tenga un gran futuro dentro de las artes marciales.

Gracias a Yes que desde el primer momento fue increíblemente amable conmigo y logró llegar a mí como pocos lo lograron en tan poco tiempo. Su alegría y energía son envidiables y admirables.

Gracias a Conejero y Eugenia, por ser amigos tan buenos y divertidos y siempre dispuestos a pasarla bien. Cuando Conejero está, la práctica se hace muchisimo más alegre, y siempre me trató espectacularmente bien. Espero que siempre podamos seguir practicando juntos.

Gracias a Matías, que está y estuvo siempre, y que sabe y supo disfrutar y aprovechar tanto pero tanto estos días como se lo deseo a todos pero que no todos logran. Por ser tan increíblemente amable, y perdonarme todo ^^”

Gracias a Maria y Sol, por formar parte de este seminario, y por ser tan buenas compañeras de práctica. Y por el esfuerzo de Sol de ir por un día a Mardel con tal de practicar aunque sea un día más. A ella tmb por acompañarme con la marcha anti-asado xD y por ser tan especial, ambas a sus maneras.

Gracias a Javier, por estar desde que estoy en iaido y ser casi un dohai (por más que es senpai, son solo pocas clases, y se puede decir q los últimos 3 años avanzamos a la par) y tal vez el único realmente dohai. Siempre pude confiar en el y la practica no sería lo mismo sin él.

Nuevamente gracias a Sensei, por enseñarme lo que es ser persona y por darme todo lo que me dio en enseñanza, en vivencia, experiencia, y aprendizaje. Por las palabras dichas y los momentos vividos, tanto buenos como malos. Porque todo es parte de lo mismo y todo es parte del mismo camino, camino que emprendí gracias a él y que espero poder seguir compartiendo junto a él. Por dejarme ser su alumna.


Y por último, muchísimas gracias a Sekiguchi, por existir, por ser lo que es. Por el esfuerzo que realiza cada año, cada día, cada minuto, cada instante. Por transmitir de corazón a corazón, de alma a alma, la enseñanza del budo. Por seguir por más agotado que esté. Por sonreír por más difícil que la tenga. Por darnos un camino y mostrárnoslo y ampliarlo año tras año. Por dar todo de él y más. Por enseñarnos lo que es la verdadera humildad. Por darnos la oportunidad de conocerlo. Por su grandeza como persona y budoka. Por darme lo que nadie jamás pudo darme ni podría entender. Por hacer de los momentos vividos junto a él, momentos que nunca jamás olvidaré. Por no hacer diferencias. Por mostrarme lo que un verdadero budoka puede ser. Por hacer y ser budo, y hombre, y sensei, y alumno, y vida a la vez. Por el respeto que le tengo. Por el cariño que le tengo. Por la admiración que le tengo. Por la fe que le tengo y el deposita en nosotros. Por ayudarnos a crecer. Por querer que crezcamos. Por acompañarnos. Por esforzarse para mostrarnos cómo se debe hacer. Por la paz que transmite. Por ser simplemente él. Por ser irremplazable. Por dar, sin esperar nada a cambio.
Gracias.

Hay mucho más, muchísimo más. Pero por hoy, sólo esto.

martes, 30 de octubre de 2007

Los Morea

Los Morea

Esta familia en la que he nacido, proveniente de aquel país vasco
Que un ancestro decidió abandonar para arribar en estas tierras
Con un solo peso, cruzó el mar.
Instalando una ferretería, gran convicción debió tener
Como para convertirla en su casa y no parar hasta no vencer.
Día y noche trabajó y logró hacerse su fortuna
Con la cual compró campos, tradición de la familia.
Ese fue mi tatarabuelo, que junto a su esposa,
Petisa la señora siempre con sus anteojitos y sombreros llamativos,
Encontraron en estas tierras lo que en su sangre se convertiría.
Avanzando en el tiempo, y olvidándome de muchos nombres
Recuerdo a mi bisabuela, que, firme la mujer, recién con 101
Decidió partir de este mundo, mundo que tanto amaba.
Su padre Cantilo, señor de buena fama, gobernador de Buenos Aires
Aún hoy permanece presente en la Avenida que lleva su nombre
Y que recuerda a aquellos tiempos, tiempos del pasado.

Otros grandes personajes forman parte de la historia,
Tantos que por más que los nombre, no los recordaría a todos.
Lo que sí marca a esta familia, y que nadie lo duda,
Es su presencia en el tenis argentino, cuya mayor victoria
Fue la llegada a la final de dobles, de aquel torneo llamado Wimbledon.
Los hijos de estas personas, famosas algunas, anónimas otras
Hoy en día viven repartidos en distintas partes del mundo,
Desde tías en Bruselas, Texas o Chile y hasta familiares curas en Cuba.

No sé qué deparará el futuro a esta familia luchadora
Que siempre logra avanzar y encontrar su camino
En estas tierras argentinas.





"Al año siguiente, surge la figura de Enrique Morea, quien desde hacía varios años era el número 1 indiscutido de la Argentina (1944-1960); logró la misma brillante actuación en Wimbledon en el año 1952 en pareja con la australiana Thelma Long; y al año siguiente fue semifinalista de singles en Roland Garros (actuación que repitió en 1954) y nuevamente finalista del mixto en Wimbledon, esta vez en pareja con la americana Shirley Fry, repitiendo por última vez esta final en el año 1955 con la norteamericana Louise Brough. En el año 1950 había ganado el doble mixto en Roland Garros y 4 años antes, en 1946, había sido finalista en ese mismo Grand Slam en el doble de caballeros. En 1954, fue campeón de singles en Roma, y en ese mismo torneo, ganó también el campeonata de dobles de caballeros el mismo año, 1954 y 1955. Obtuvo infinidad de títulos en Europa y en Sud América donde fue Nro. 1 durante 1 década (1948-1958). Fue medalla de oro en singles en los Juegos Panamericanos de 1951, y en el US Open alcanzó las semifinales de dobles caballeros en 1947 y de dobles mixtos en 1953. Enrique, fue considerado Nro. 8/10 del mundo en el año 1953, y ha dejado sin dudas, una huella gloriosa e imborrable en nuestro tenis."


lunes, 22 de octubre de 2007

O tal vez

















Una ciudad vacía de noche, lluvia.
Un alma errante en la oscuridad, sólo.
Pasos que se pierden en el vacío, frío.
Mirada perdida, ausente, triste.

Caminos que se cortan, se cruzan.
Pensamientos profundos, se encuentran.
Sensaciones incomprensibles, locura?
O tal vez sólo un sentimiento, puro.

Horas que transcurren, silencio.
Suspiros prolongados, cansados.
Roces distantes, paredes, desnudas.
Recuerdos de aquellas tardes, soleadas.

De frente, pasos ajenos, silueta.
Alma gemela, amiga, sonriente.
Pasos se aceleran, corazón alegre.
Confianza mutua, conocerse.

Tiempo ha pasado, un mismo sentimiento.
Cercanía deseada, encuentro casual.
Sensaciones incomprensibles, locura?
O tal vez sólo un sentimiento, puro.

Sentirse cerca, estando tan lejos.
Pensarse, aún sin conocerse.
Crearse, cada día en sueños.
Amarse, y tan sólo amarse.

Ausencia de palabras, innecesarias.
Silencios que llenan, alivian.
Sensaciones incomprensibles, locura?
O tal vez sólo un sentimiento, puro.



.

viernes, 19 de octubre de 2007

About love



















When you love someone, you would make everything look true and believe a lie.
When you love someone, you´d give everything just to see him smile.
When you love someone, you´d sacrifice your life and all you´ve got to give to him.
You would touch the moon, and go to the end of the world.
You would try to reach the stars, and think that you can really fly.
You would walk around in circles, believing you´re going straight.
You´re heart would move mountains, and control the rising sun.
You´re eyes would shine like fire, you´re voice make people cry.
You´re passion would spread all over the world, uniting people.
Death would mean nothing to you, knowing that love lasts forever.
Life would become too lonely, without you´re loved one being near.
The day would run out too quick, and the night would be too long.
Words would not be enough to express your feelings and let them free.
Phrases would seem endless just by looking into his eyes.
Hope would be the power that guides you, and the strength to move on.
Faith would make your deepest dreams come true and let the stars collide.
Your soul would live every day as if it were the last.
Your spirit would feel free and never get itself in chains again.
You´d kiss him as passionate as you´d never done before.
Say things to him you wouldn´t even realize knew.
You would give him everything on earth if you only could.
And give him everything you have inside, knowing it´s worth much more.
By realizing you´re in love, you´d see how beautiful life can be.
And you´d understand that happiness is created deep within your heart.
By getting to know love, your heart would be filled with joy.
And you would irradiate so much energy you never expected having.
When you accept that you´re in love, you get scared at first.
You don´t know how to act and what to say to seem more special than before.
You try to be always better, thinking you´re not enough the way you are.
You would give your best smile, wear the most beautiful clothes.
You would go to the best places, stand in the best light.
And you would make the most expensive presents, without knowing why.
But one day you´ll realize that everything´s much more simple.
You´ll understand that feelings can´t be influenced by the outside.
You´d see that only our heart decides what to feel, even if you don´t agree.
And you´ll know one day, that only love can really set you free.
Once you know you really love someone, you won´t care anymore.
If people disagree or want to separate you, you´ll make your way through.
You´ll be as strong as you propose yourself to be, and stand against any storm.
You won´t fall, not even by the biggest wave and you won´t hide, not once.
Your heart will be you´re shield.
Your soul will be your armour.
Your love will be your weapon.
And once you´ve stopped fighting, once you´ve won, you´ll let yourself fall.
And someone will catch you from behind, not letting you get hurt.
You´ll know, love was worth fighting for.
You´ll know, love is everything.
And you´ll understand, that love is what you are.

martes, 16 de octubre de 2007

Cuando el corazón habla




















Te tuve miedo aun sin conocerte
Veia tus fotos y deseaba estar en ellas
La primera vez q te vi en una no le preste atención
Simplemente eras una persona que pensaba nunca llegar a conocer
Pensaba mientras te veia en esa foto que tendrias tu vida normal como cualquiera
Y que esa vida tuya nunca me incluiria, nuestros caminos nunca se juntarian
Me imaginaba cómo sería conocerte
Pero siempre sabiendo que no te interesaría

Y así pasó el tiempo
Vos viviendo por tu cuenta, yo por la mía
Sufriendo, tal vez, cada uno a su manera, pero nunca juntos
Y un día caí nuevamente y te vi en otro momento de tu vida
Alegre como la mayoría de las veces
Y me detuve y te vi realmente por primera vez
Como persona que sos, como alma que sos
Y tuve miedo de no estar a tu altura nuevamente
Preguntándome esta vez si algún día te conocería
Y deseé a partir de ahí todos los días
Poder mirarte a los ojos algún día
Y decirte que te quiero

Los días pasaban y yo vivía a medias mi vida
Sintiendo que algo me faltaba, que algo no tenía
Y cuando podía, buscaba verte, aunque sea en foto
Y leerte, aunque sea de la forma más distante
Por momentos pensé que vos me harías olvidar
Por otro deseaba compartir con vos todo lo que me pasaba
Sabiendo que seguramente nunca te interesaría

La vida es extraña
Por un lado, cuanto mas uno desea, menos lo consigue
Pero a su vez, mientras mas lo sueña, más posibilidades hay
Y de la misma manera, cuanto uno menos busca, más se sorprende cuando llega
Y el día llegó en el que nuestros caminos se juntaron por primera vez
Yo realmente deseaba con todo mi corazón que seas lo peor
Y resultaste ser lo mejor
No quería caer en el mismo sufrimiento del que venía saliendo
Y en el fondo me hubiese gustado que me trates mal, que me ignores
Pero no lo hiciste
Y mientras seguía temiendo que seas así con todas
Disfrutaba de tus miradas fugaces
De tus contactos leves
De tus sonrisas, tus palabras, tu manera de ser
No te conocía (mientras escribo esto aún no te conozco)
Pero deseaba cada vez más poder hacerlo

Siempre tuve miedo
Miedo a que sea verdad lo que sentía por vos
Y temía estar engañandome, viendo en vos algo que no sos
Pero cada minuto cerca tuyo
De alguna forma se convertía en hora
En momentos inolvidables
En un deseo que con cada instante que pasaba se volvía más fuerte
Un deseo de poder sentirte a mi lado
Y saber que soy alguien para vos

Y así te vi el primer día
Y me puse triste, conociendo el largo camino que por ahí nunca lleva a nada
Sabiendo a lo que me prestaba, a lo que me jugaba
Un camino tan conocido, tan doloroso
Que en vez de levantarme, me volvería a destruir un poco más
Y sin embargo seguí abriendome, sin que vos lo sepas, a vos
Odiandome por no ser mas de lo que soy
Y preguntandome si a vos te alcanzaría aunque sea un poco

El dia que te vi, domingo, 30 de julio
Me cambiaste un poco mi vida
Le diste un giro nuevo que tanto andaba buscando
Y lograste despertar en mi algo que se había dormido
Pero también hiciste crecer el miedo a ser lastimada nuevamente
Ese día fue el comienzo de algo que aun no tiene explicación
Mejor dicho, que aún no es nada

Pero nuestros caminos se cruzaron a pesar de haberlo catalogado como imposible
Y se cumplió en su momento mi deseo de poder verte a los ojos
Esas pocas cosas que parecian tan imposibles
Al final terminaron cumpliendose
Y esas dos cosas me dieron la esperanza
De que por ahí la vida sí tiene sorpresas para darnos día a día
Y que por ahí, con un poco de paciencia, las cosas tarde o temprano se dan

Y así pasó cuando pude verte una segunda vez
Dos días después
Y quise abrazarte por primera vez
Y estar a solas aunque sea un minuto
y no se si fue mi impresión, o si vos realmente buscaste lo mismo
cuando me llamaste para preguntarme algo
y me dijiste “vamos juntos?” y yo te respondí que si
son momentos tan poco importantes viendolos de afuera
pero que a mi me significaron tanto cuando pasaron

Me hablas bien, y eso me ayuda a seguir adelante
y darme cuenta que tal vez valgo mas de lo que creo
y ambos dias que te vi, te di las gracias para mis adentros
mas de una vez, varias
y me hubiese gustado decirtelo en la cara
pero no daba ni el dia, ni el momento, ni la circunstancia
porque vos seguis siendo alguien desconocido
que no tiene por que pensar en mi
y que puede mañana desaparecer de mi vida
y nunca mas volver

al final, esto lo escribo para mis adentros
y me pregunto si algun dia llegará a los ojos de alguien mas
supongo que no importa, hoy, lo que siento
por vos
asi que me dedicaré a admirarte, quererte, amarte a mi manera
para mis adentros, callada
hasta que la vida me abra una puerta para llegar a vos
o me la cierre para siempre.

Una vida más de aquellas















Había dejado de cuestionar a Dios y a la vida. Demasiado tiempo había pasado sin encontrar respuesta alguna a sus preguntas. Había suplicado, gritado, llorado, se había desesperado hasta tal punto de pensar en darle un fin a todo su dolor, su sufrimiento.

Los días iban y venían, y cada vez le parecían más cortos. Intentaba aferrarse a ellos, no dejarlos ir. Con miedo y dolor aceptaba la llegada de la noche, con alegría la venida de un nuevo amanecer. Las noches se le hacían eternas. Con suerte lograba conciliar el sueño. Y cuando lo hacía, soñaba. Había comenzado a soñar con su infancia, con su adolescencia. Aquellos momentos que había vivido sin mayores preocupaciones. Qué gran vida que había tenido! Demasiadas veces se había quejado. Hoy, daría todo para regresar a aquellos días y vivir a pleno cada minuto.

Pero también sabía, que el tiempo no volvería atrás ni la esperaría. Se preguntaba si acaso ya había cumplido con su rol en esta vida pero lo dudaba seriamente ya que aun era demasiado joven y no había hecho nada de gran valor. Uno pensaría que para morir, por lo menos debería haberle dejado algo al mundo. Hijos no tenía aún, y nunca los tendría. Tal vez hubiese deseado tenerlos, dentro de un par de años, pero ya no pasaría. Hermanos no tenía ni le preocupaba demasiado tenerlos o no. Su padre había muerto años atrás, y aunque hubiese seguido vivo, a ella le daría lo mismo. Su relación nunca había llegado a mayores. Él la había abandonado, ella lo había buscado y había sido rechazada más de una vez. Su madre, a pesar de tener sus fallas como toda persona, siempre la había sabido cuidar bien y ahora así le devolvía el favor.

Se preguntaba quién se acordaría de ella dentro de un par de años. Obviamente tenía personas que la querían, que la habían acompañado durante antes. Tenía también personas que la amaban, que la deseaban. Ella, niña mimada por todos, los quería, a cada uno como era. Pero a pesar de confiar tanto en la gente que la rodeaba se preguntaba si alguno de ellos se acordaría de ella. Tal vez un par de años, décadas, pero la memoria humana es más corta de lo que a veces pensamos. De todos modos, ella no se los recriminaría.

Se sentía un poco sola. No podía decir que no tenía compañía, pero nada lograba llenarle el vacío de su alma. Su vida ya no era comprensible para sus seres queridos. Ella ya no era igual a ellos. Se sentía diferente. Por más que agradecía los gestos, cada vez se cansaba más de las falsas sonrisas de las personas, de las miradas llenas de lástima y dolor disimulado. Nadie le decía realmente lo que pensaba, nadie le hablaba seriamente. Buscaban hacer que piense en “otras cosas”. Qué cosas?, pensaba ella. Ya no le quedaba nada en que pensar.

Cuando llovía, sus lágrimas se mezclaban con la lluvia. Ella, inmóvil frente a la ventana, esperando el próximo dolor. Su cuerpo le era desconocido pero seguía siendo suyo y sabía muy bien cuándo volvería a dolerle. Cuando subía escaleras, se mareaba y se quedaba sentada en los escalones, sin decir palabra, hasta que alguien la encontraba y le ayudaba o hasta que lograba juntar la fuerza necesaria de seguir subiendo. El día que se cayó por primera vez, decidieron trasladarle la cama a la planta de abajo.

Le habían dicho que le quedaban unos 6 meses si el tratamiento mostraba efectos positivos. Ella sabía muy bien que no llegaría a los 6 meses. Su madre seguía confiando en que lograría salvarse. Iba a misa todos los días y se quedaba horas después, rezando, suplicando, igual que ella había hecho en su momento. Su madre por momentos se desesperaba porque ella no le ponía suficiente voluntad. Le decía que dios sólo no podría salvarla, que si ella no ayudaba con su actitud nunca se curaría. Pobre mama, pensaba ella. Le hubiese gustado darle más esperanzas, pero ya se había cansado de fingir.

Había tomado la decisión de abandonar el tratamiento. En cuanto empezaron a caérsele los primeros mechones, sintió una repulsión terrible y había llorado hasta quedarse sin aire. Aún le dolían las manos de los golpes que le había dado a las paredes, a las sillas, mesas. No entendía cómo no se había quebrado. Ni para pegarle bien a las paredes tenía fuerza. De todos modos, ese había sido el día en el que había decidido dejar el tratamiento. La vida que le quedaba le era demasiado valiosa como para sufrirla de tal manera los pocos meses que le quedaban, si es que realmente eran meses y no semanas.

Cuánto dolor sentía. Había tenido tantos sueños para su futuro, y ninguno llegaría a cumplirse. Pero ya ni eso tenía importancia para ella.

Estaba harta de los remedios, de lo mal que la hacían sentir. Sentía que su cuerpo se movía únicamente gracias a aquellas pastillas, y cuando dejaba de tomarlas, volvía aquel dolor insoportable que la dejaba postrada en cama. Pero tomándolas, sentía náuseas y vomitaba y se sentía peor y en esos momentos prefería sentir el dolor corporal antes que aquellos mareos insoportables.

Lo peor de todo era ver sufrir a su gente querida. Todos se esforzaban en ayudar, en acompañarla como habían hecho siempre pero por más que intentaban, no podían ocultar su sufrimiento. No sabía si en los ojos de los demás veía reflejada su propia muerte o si sólo era su imaginación, pero por lo menos había algo en la mirada de ellos que la hacían parecer aún más muerta de lo que ya se sentía. Los días pasaban y veía su cuerpo desaparecer. Su hambre iba disminuyendo con el paso del tiempo, sus vómitos y náuseas se hacían costumbre. Pensar en caminar ya la cansaba, ducharse sola ya le era imposible. Usualmente su madre le ayudaba meterse en la bañadera, y con una paciencia indescriptible, la bañaba mientras de ambas caían lágrimas al vacío.

Había llegado al punto en el que ya no quería seguir más. Había aguantado día a día, pacientemente, que el tiempo transcurriera. Ya nada podía hacerse. Su voluntad se había extinguido por completo. Ya no se podía levantar de la cama, no distinguía entre frío y calor, no podía ni quería comer.

Cuando ya sentía que faltaba poco, volvió una pequeña chispa a su corazón. No se atrevía a llamarla esperanza, pero sí tal vez, un poco de fe. Sentía que había algo que sí podía hacer. Quería limpiar su cuerpo antes de partir. Yendo en contra de lo que su madre y sus médicos querían, dejó de tomar las pastillas. Con una fuerza de voluntad que todos se preguntaban de dónde la sacaba, negaba con firmeza cualquier intento de ayuda médica. Nada volvería a entrar a su cuerpo porque nada de eso podía hacerle bien. Nunca lo habían hecho, pero hoy lo sentía más que nunca. Los médicos entendieron que no podían hacer nada contra aquel deseo de la paciente. Calmados, intentaban hacer entender a la madre que su trabajo ya estaba hecho, y que sólo quedaba acompañarla en su último trayecto. La madre, loca de angustia y dolor, visitaba varias veces al día la capilla del hospital, ya no para pedir que la salve, sino para pedirle que la cuide y la acompañe cuando ella ya no fuese capaz de hacerlo.

Los últimos tres días ella permaneció la mayor parte del tiempo inconciente. Despertaba de a ratos cortos, a veces no más que minutos para volver a dormir por varias horas. El dolor se le marcaba en la cara, en los brazos, en las manos, en cada parte de su cuerpo, tan débil de los meses pasados. Su madre, que se había traído la cruz de los franciscanos de casa y la había puesto en la mesita de luz, ya no se apartaba de su hija. Le acariciaba la mano, la frente, el pelo, mientras le susurraba al oído palabras que sólo una madre sabe darle a su hija.

A la mañana del tercer día, cuando los primeros rayos del sol entraban por la ventana y el mundo aún yacía en paz, ella abrió los ojos por última vez. Ya no sentía dolor, ni sufrimiento, ni miedo. Miró a su dormida madre en silencio, la miró largo rato, con ojos llenos de cariño y amor. Después vio la luz del amanecer y por primera vez en mucho tiempo sintió la necesidad de sonreír. Al fin había encontrado su respuesta. La respuesta que la vida le había dado.

Y así, mientras afuera los rayos del amanecer indicaban la llegada de un nuevo día, su luz lentamente se extinguió. Ya no volvería a sufrir así, por lo menos no en esta vida.

Camino llamado "vida"




















…El cielo me ha abrazado con su infinidad de sonidos provenientes de rincones oscuros y me ha llenado el tiempo con sus recuerdos de lluvias remotas y sus caricias de manos ajenas. No hay soles donde el corazón no los quiera, no hay luces donde el alma no las busca. Y sólo buscando las llaves repartidas en las miradas de las personas que abren las puertas hacia cuerpos llenos de cicatrices y lágrimas de sangre, se logra entender el espíritu humano que permanece intacto mientras todo lo demás se diluye en los pasos del tiempo. Y los caminos al final vuelven a sus principios si se tiene la suficiente fortaleza de recorrerlos enteros y no volver nunca la mirada atrás. Pero a pesar de verse nuevamente en los comienzos del andar, las vivencias nunca volverán a ser las mismas y los dolores serán nuevos y reemplazarán las viejas cicatrices por nuevas y más frescas. Sólo entendiendo que los sentimientos son los acompañantes más fieles al corazón se llega a la conclusión que absolutamente todo lo vivido es parte de una enseñanza que nos marca para siempre y nos lleva a dar el paso siguiente en este camino tan largo que hemos decidido recorrer y llamar “vida”…

Palabras para vos
















…No puede ser que me hagas sentir estas cosas sin siquiera conocerte. Cada vez que te veo el mundo se me cierra un poco más mientras dentro de mí se abre un universo de posibilidades desconocidas para ti. He pensado muchas veces en hablarte, pero las profundidades del alma solo son entendibles para aquellos que realmente hacen el esfuerzo en atravesar la dura pared de sentimientos para llegar a lo que muchos llaman el “ser”. Acaso te alcanza lo que ves o buscas más de lo que yo pueda darte? No puedo sonreír abiertamente cuando tú estás cerca porque me cuesta entender mis propios sentimientos. Quisiera poder estrecharte mi mano para que la tomes y me lleves lejos de este mundo gris, pero tengo miedo de que no haya nada del otro lado cuando decida abrirme. Decir “te quiero” me hace demasiado vulnerable; es por eso que soy incapaz de mirarte a la cara y hablarte de estas dos palabras tan sinceras que nacen y brotan dentro de mí. Me haces bien a pesar de no ser nadie para ti. Y en sueños te tengo cerca, sonriéndome mientras el sol nos abraza con su calor. Me pregunto si algún día los sueños dejarán de serlo y tomarán aunque sea un poco de color…

Don´t leave me






















When the sun decides to sleep and hides behind the fields
Don´t leave me
When the wind and rain fight a battle of death
Don´t leave me
When everything burns and nothing survives
Don´t leave me
When people kill each other and cry of their lost love
Don´t leave me
When the grey sky gets eternely black
Don´t leave me
When hate wins over love and tears turn to blood
Don’t leave me
When no flower grows and trees lose ground
Don´t leave me
When my beloved ones turn their backs on me
Don´t leave me
When I get cold and want to make an end to all
Don´t leave me
When I cry of desperation and desire death
Don´t leave me
When I get hurt and can´t get on my feet again
Don´t leave me
But the day I say “I give myself up”
Leave me
Cause i´m not worth it any longer.

Masks




















At the end, masks are easy to create, and easy to destroy. The thing is when we don’t want to let go and desperately keep ourselves in chains. To master our feelings is impossible. We don’t choose what to feel and how we demonstrate them. We don’t choose the right time or the right way. We can just put one foot in front of the other, step by step, all along. Looking back may be cheering, but doesn’t help us to stand up again.

I’m tired of waiting, sick of letting life go. Tired of wandering around alone. I can pretend being happy and everyone will believe me, but I can’t hide from myself any longer. Masks are just an illusion; they keep preoccupation away, but don’t dominate them. I’ve been controlled by the mask of fear for too long by now. I may be not strong enough to tear it apart that easily, but at least I’m willing to try.

Nothing seems to be enough for others that stand by the sideway watching me

Words that we couldn´t say



















Words that we couldn´t say

That I couldn´t express

Thoughts that we didn´t show

Just didn´t know how

Feelings, deeper than depth

Looking down on me

A warmth able to reach me

Inside of you, inside of me

Time is standing still

Breathing loses importance

When you take me in your arms

And tell me everything will be alright

In believe you, I really do

Cause hope is slowly beginning to grow

You are the one who is lifting me up

Bringing me to my feet

Carrying my soul

Believing in me

lunes, 15 de octubre de 2007

Mañana de lluvia





















Se había levantado sedienta y con una calma desconocida. Al subir las persianas vio que llovía y que no parecía que iba a parar en todo el día. Eran las 7 de la mañana, horario muy poco habitual para ella ya que solía dormir hasta más tarde. Pensó en acostarse de nuevo pero no sentía cansancio alguno por lo que le pareció innecesario intentar dormir. En esta época del año aún hacía frío, por lo que se puso un suéter de lana que le había regalado su abuela. Esta señora tenía la costumbre de comprarle cosas dos talles más grandes y la respuesta al porqué era siempre la misma: “por si acaso”. Ya había abandonado la idea de hacerle cambiar de parecer a esta tierna mujer, por lo que se limitaba a agradecerle cada vez que recibía un regalo de su parte y guardarlo en su ropero. Sin embargo, en días como hoy agradecía tener un suéter cómodo, grande y abrigado para ponerse, le hacía recordar inevitablemente su infancia cuando afuera nevaba y su madre le hacía un chocolate caliente para que no tuviese frío.

Fue a la cocina y puso agua a calentar. Preparó café en dos tazas y miró por la ventana que daba al río. Tenía su encanto vivir en el ultimo piso de un rascacielos por más que la espera del ascensor se hacía eterna y muchas veces deseaba incendiar todo el edificio. Pero en días como hoy, donde no tenía ningún trámite que realizar, agradecía la calma que le brindaba la lejanía de la ciudad.

Cuando el agua estaba a punto de hervir, apagó el fuego y llenó las tazas. El olor a café recién hecho le encantaba por lo que adoraba prepararlo. Por más que tomaba café en los mejores lugares, nada se comparada con el que ella preparaba en casa. Tenía una magia propia que no sabía si atribuírsela a su gran capacidad como preparadora de café o al simple hecho de que estaba hecho en su casa.

Una de las tazas las dejó en la cocina mientras que tomó la otra con cuidado y la llevó al dormitorio. Suavemente la apoyó en la mesita de luz intentando hacer el menor ruido posible. Se sentó en el borde de la cama doble y lo observó con cariño. En realidad ella sabía que por más ruido que pudiese hacer, jamás lo despertaría pero de todos modos le gustaba imaginarse que con el sonido más leve podría despertarlo accidentalmente. Había tanto silencio en la habitación que podía oír su respiración. Realmente parecía estar profundamente dormido, y a ella le gustaba esa idea y por una brevedad de segundos se lamentó tener que despertarlo. Lentamente se arrodilló sobre la cama y se le acercó en cuatro. Lo besó suavemente en la mejilla, sin antes sacarse el pelo de la cara para no darle cosquillas. Él reaccionó dormido, moviéndose un poco pero siguió en su más profundo sueño. Ella sonrió. “Buenos días” le susurró al oído, “está lloviendo”. Él dio un sonido de aprobación por más que se encontraba aún completamente dormido. Le acarició suavemente el hombro, volvió a besarlo. Se puso a jugar con su pelo que desde el primer momento le había encantado. No sabía por qué pero adoraba su pelo y a él le gustaba sentir su mano jugando con su pelo. Hace algún tiempo le había dicho que no había nada más hermoso que despertarse con esos mimos que ella le hacía en la cabeza y desde ese entonces que adoraba aún más acariciarlo de esa forma.

“Ey, amor, tenés que levantarte.”. De a poco sus repuestas iban pareciéndose más a un ser despierto. Ella volvió a besarlo, y esta vez él sonrió. Finalmente había despertado por completo. “Buenos días”, repitió ella sonriendo. “Buenos días” respondió él con voz de dormido y los ojos aún cerrados. “Te dejé tu café acá”. Volvió a besarlo, esta vez en la frente, y salió del dormitorio.

Tomó su café con ambas manos para sentir el calor de la taza y caminó con cuidado hasta el ventanal del living. No parecía haber viento, sólo la lluvia cayendo en silencio. Tomó la manta que se encontraba sobre el sofá y miró hacia afuera. Abrió la ventana que llevaba al balcón y se sentó en la silla de madera, tapándose con la mantita. No hacía tanto frío como para que nieve, pero lo suficiente como para enfermarse si no se tapaba.

Acercó la taza y volvió a sentir el aroma del café. Todo estaba en calma, sólo se oía la lluvia caer, ese sonido inconfundible. Era realmente un día hermoso, pensó. Podía quedarse así todo el día y no cansarse. Sus días eran siempre tan agitados, llenos de obligaciones, responsabilidades. Pero hoy no tenía que hacer nada. Se había despertado con la misma calma que mostraba el día, pensando en nada más que en esa mañana. No sabía qué le pasaba, pero estaba feliz.

Al poco tiempo, sintió un calor cerca suyo. Él la rodeó suavemente con sus brazos y le besó el cuello. Ella estaba un poco fría por eso él quería darle el calor de su cuerpo. A veces no entendía por qué no se cuidaba más, pero ella era así y él lo sabía. Por eso se limitó a abrazarla de atrás y apoyar su mentón en el hombro de ella, apoyando su cabeza contra la de ella y viendo la lluvia caer en silencio.

“Te amo, sabés?”. Ella asintió.

“Gracias”.

“Por qué?”

“Por hacerme feliz”.