Cuando pensaba que ya nada ocurriría en su vida, la vida la sorprendió, dándole un nuevo hijo. No uno como cualquiera se esperaría, no había nacido de su vientre. Jamás podría haber venido de ella, ya que se encontraba demasiado vieja como para tener hijos. Sin embargo, en cuanto lo encontró, supo que era suyo, que tenía que serlo, y que no había ser en el mundo que pudiese cuidar mejor de él que ella.
Un día había decidido terminar definitivamente con su vida. Hace años que no tenía una vida agradable, se sentía sola. La soledad por sí misma no era el problema, pero sí la monotonía del día a día, que acentuaba aún más su soledad. Había dejado de sentir fascinación por la vida hace años. Ya nada la sorprendía, nada la divertía. Por más que intentara recordar cómo era amar la vida, los días no cambiaban, su alma se había dormido con el paso del tiempo.
Así llegó que un día se despertara con una tristeza profunda, de aquellas que no tienen explicación, que aparecen cada tanto. Pero para ella no era sólo una tristeza más, quería que fuera la última.
Tomó todas las píldoras que tenía en casa, se vistió y salió. Aún no había amanecido, pero el día prometía traer lluvia consigo. Vivía cerca de un bosque, por lo que cruzó la calle, caminó unos pasos, y se introdujo en aquel bosque que tan bien conocía.
No sentía nada aquel día más allá de la tristeza. No había rasgos de arrepentimiento o miedo en ella, sólo convicción. Sus pasos eran firmes y seguros, por más que no había mucha luz, ella sabía por dónde ir. En realidad no había camino, pero ella lo había creado con el paso del tiempo, de tanto caminar por ahí había dejado una especie de camino, que sólo ella podía reconocer.
Caminó varias horas. El sol ya debía haber salido, pero no se veía debido a que el día se encontraba nublado. El gris azulado modificaba todos los colores naturales del bosque sumergiéndolo en un color monótono, tal como su vida.
Volvió a recordar momentos de su vida en aquel bosque. De alguna forma sentía que el tiempo se superponía y que vivía varios recuerdos a la vez. Creía poder verse entre aquellos árboles, una vez de chiquita, otra de adolescente, otra de adulta. Cada figura de ella representaba algún recuerdo vivido en el bosque. La niña jugando a solas a las escondidas (aún se preguntaba con quién había estado jugando, por más que intentara, no podía recordarlo), corriendo de un lado al otro, riéndose a carcajadas. La adolescente, fumando y charlando con alguien, aunque aparecía sólo ella, como si estuviese hablando sola. Seguro que había otra persona con ella en aquel entonces, pero no recordaba quién. La adulta, sentada bajo un árbol, leyendo un libro y de vez en cuando mirando a lo lejos, como si vigilara a alguien, por más que no hubiese nadie más.
Todas estas imágenes se encontraban ahora frente a ella, la mujer envejecida. Ella caminaba, mientras veía los fantasmas de su pasado caminando a su lado.
Había dejado de fumar hace tiempo, tampoco sentía más placer tomando alcohol. Era como si todo lo que había hecho no hubiese tenido sentido, como si hubiese vivido una mentira, un engaño. Se preguntaba si realmente había pasado todo aquello que ella ahora recordaba, o si acaso era todo parte de su imaginación, y que sólo existía ella, siendo todo lo demás creación de su propia mente. Quién era ella en realidad? Qué había hecho todos estos años? Había realmente vivido?
Los pensamientos iban y venían pero no se quedaban mucho tiempo en su mente. Era un flujo constante de vivencias, momentos, recuerdos pero ya nada importaba, ya nada la afectaba. Había tomado la decisión de dejarlo todo, de abandonar todo y por primera vez en mucho tiempo se sentía bien.
Caminando llegó a un árbol. No sabía si alguna vez se había introducido tanto en el bosque, pero ni eso era problema para ella. Total, no iba a salir viva de él.
Tranquilamente, se sentó y apoyó su espalda contra el tronco del árbol. La tierra aún se encontraba húmeda. El silencio del bosque la reconfortaba. Hacía cuánto que no había vuelto a tener sensaciones como éstas?
Cuando quiso sacar las píldoras de su bolsillo, algo rozó su mano. Cuando giró la cabeza para ver de qué se trataba, dio un grito de asombro. A su costado tenía una bolita negra, mirándola fijamente con ojos tan inocentes, que no pudo más que reírse, sorprendiéndose ella misma de aquella reacción tan natural. No podía explicarse de dónde había salido ese cachorro, que ahora que ella se encontraba de pie, buscaba la cercanía de sus pies. Jamás podría haberse encontrado en aquel lugar solo porque hubiese muerto de hambre, pero por más que girara y girara, no había persona cerca que pudiese haberlo dejado ahí sin que ella lo notara.
Volvió a sentarse, tomándolo en sus manos y levantándolo a la altura de sus ojos. Lo miró fijamente. Aquella bolita peluda no dejaba d mirarla. De repente, la mujer comenzó a llorar. No entendía por qué, pero todo su cuerpo temblaba. Había pensado, había sentido que era correcto lo que hacía, entonces no podía entender por qué de repente sentía aquel dolor y aquel miedo. Mientras ella había estado a punto de destruir su vida, otra había nacido tal vez sin que nadie lo supiese. Y mientras ella pensaba solamente en ella, había ignorado cómo quitando su vida seguramente quitaba también la vida de ese cachorro inocente, que sólo gracias a ella lograría sobrevivir.
Cuando tomó al animal en sus manos, por primera vez sintió que sus almas estaban conectadas. No era nada fuera de lo normal, no era un milagro, sino que sintió que por primera vez se había detenido a observarse. El cachorro era ella, parte de ella. Y ahora, esa parte de su alma necesitaba ser cuidada, así como ella quería cuidar de ese cachorro. Lentamente se incorporó llevando al perrito en su brazo. Tardaría bastante tiempo en regresar a su casa, aquella a la que pensaba no regresar jamás.
Cada paso su vida iba cobrando sentido, a cada paso su peso se aliviaba. Lloraba, pero sonreía. El tiempo no parecía existir en aquel bosque.
Mientras caminaba, las figuras de su infancia nuevamente la acompañaban, pero esta vez no siguiendo con sus propias vidas en sus propios tiempos, sino mirándola fijamente a ella. El tiempo pasado ya no existía salvo en su mente, y todo lo que había vivido se volvía parte de ella. La niña, la adolescente, la mujer adulta, ya no eran entes independientes, sino relacionados entre ellos. Eran ella, y parte de ella.
Mientras el tiempo iba avanzando junto a sus pasos, las imágenes desaparecían lentamente. Ahora ya no necesitaban recordarle quiénes eran. Ella ya había comprendido.
Cuando se estaba acercando al final del bosque, pudo notar que el cielo se había aclarado, y que ahora estaba atardeciendo. El cielo estaba inmerso en un universo de colores, pasando de rojo intenso al azul oscuro, dejándole los arboles a contraluz, como si fuesen siluetas que la guiaban hacia el exterior.
En el momento que dio su primer paso fuera del bosque, el cachorro había desaparecido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario