sábado, 29 de noviembre de 2008

Sólo a la lluvia















Lluvia, bella lluvia que te sentí hoy
mientras caías con tus lágrimas de cristal
te llamaba por tu nombre, por tu alma
mientras el viento se acurrucaba en mis palmas
que abría para recibirte, lluvia, pureza.

Como si acaso fuese la primera vez
que dancé bajo tus cálidos abrazos
cerrando los ojos y dejándome llevar
por tu transparente oro natural,
acaso como si fuese la primera vez.

Feliz, feliz me vi, reencontrándote,
redescubriéndote hoy después de tanto tiempo
he vuelto a nacer por un instante
mientras me hablabas a través de mi cuerpo
me volviste a bautizar con tu poder.

Del cielo vienes y al cielo regresas,
por instantes nomás tu presencia anuncias
tal vez minutos, tal vez días, pero siempre
regresas a tu hogar allí en lo alto,
desde donde traes noticias de los ángeles.

Escribo sobre ti pero no tengo deseos
de encontrarle sentido a este supuesto poema
que en realidad ningún poema es
más que palabras sueltas que de alguna forma
caen, como tus lágrimas, sobre papel.

No hay orden, ni intento mantener una rima
tan sólo pienso en ti y en los momentos que hoy te vi
y recuerdo la libertad que sentí al saber
que no le pertenecías a nadie, y libre eres
de ir y volver como deseas.

No te estancas, no te detienes, siempre fluyendo
en tus miles de formas y moldes te adaptas
y nunca te quejas, ni grites, ni hablas
porque tu esencia es el silencio que generas
en donde decides caer.

Ay, cómo me alegras con tus cantos silenciosos
que de vez en cuando decides pronunciar
y me recuerdas al sonido de mi Madre,
que canta igual que tú,
pero más bello aún.

Alimenta la tierra, alimenta al hombre,
con tu gran poder danos tu fuerza, tu energía curadora
porque eres lo que en nosotros se encuentra
y de lo que vivimos cada día.
Gracias por tu cariño, lluvia madre lluvia.

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