Hoy me mandaste un ángel del cielo
sin que te lo pidiera me estrechaste tu mano,
o será que desde el fondo me oías gritar
tu nombre a los cuatro vientos?
Tan solo tú tienes el poder de saber
lo que mis sordos oídos necesitan oír,
tan sólo tú sabes comprender
la incomprensión de mi ser.
Hoy volví a caer a tus pies
maravillada por tu gentileza
de no olvidarte de mi, tranquilizarme,
y transmitirme que aún soy tú.
Hoy me diste un regalo precioso
tal vez tan simple que no valga la pena
siquiera nombrarlo, y sin embargo
tan grande, que no puedo callarlo.
Como tantas veces, mis lágrimas
ocuparon el lugar de las palabras
pero sabiendo que cada gota
me acercará más y más a ti.
Piensen lo que piensen
los dioses de este mundo,
nunca te he abandonado ni lo haré,
y cada día más cerca te siento, sé que te veré.
Hoy me enviaste tus vibraciones de amor
que me han hecho caer y volar a la vez
y comprendí tal vez más que nunca
que puedo estar bien.
Aunque hoy llore, son lágrimas de limpieza
que tarde o temprano ya no tendrán razón de ser.
Poco a poco irán limpiando
las oscuridades de mi proceder.
Puedes ver mi corazón, porque tuyo es
y me has demostrado una ves más
la belleza que es “ver”.
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