lunes, 14 de enero de 2008

Ciclo






















Dentro de la oscuridad de la noche, donde se sentía en casa, comenzó a llorar la vida. Lloró una tormenta silenciosa, una cascada sin vida, un río sin movimiento. Aquellas lágrimas que brotaban en una infinidad de gotas que no cesaban, encontró refugio en su alma un diminuto instante de tiempo, un segundo, un momento. Aquel momento fue creciendo dentro de su ser, alimentándose de su oscuridad, de su interior lleno de nada, una nada sin fin, una nada limitada por la pequeñez de la mente humana. Aquel tiempo se agrandó hasta llenar todo su cuerpo, y empezó a emanar en forma de humo negro que envolvió el cuerpo entero en una oscuridad total. El aire se volvió fuego, el cuerpo agua, el humo entre ambos opuestos, como una línea divisoria, separando lo que se atrae, lo que se apaga, lo que se destruye. Pero no tardó en volverse una línea diminuta, como la línea del horizonte que separa los elementos del agua y aire. Una línea que no es línea, que no existe, pero que sin embargo está. Como aquella línea inexistente, el humo ya no estaba, pero seguía encontrándose presente, como un fantasma, entre las fuerzas opuestas, el ying y el yang, el agua y el fuego. Y por encontrarse separados, el fuego lloró agua, y el agua lloró fuego y en el instante en que el tiempo decidió irse, se unieron, dando nacimiento a un nuevo ciclo. Dentro del remolino de las lágrimas, en su centro, se concentró todo el dolor de los elementos, una nueva fuerza creada de la nada. El dolor acumulado, las lágrimas como escudo protegiéndolo, el tiempo ausente, el humo disipado, el cuerpo invisible, el fuego y el agua, y en medio de todo el caos, la nada. Y de la nada se creó el algo, y del algo nacieron la noche y el cuerpo, dando así el comienzo de un nuevo ciclo.

Tanto movimiento innecesario, pero sin embargo un ciclo cumplido, un ciclo sin sentido, pero con la fuerza suficiente de ser el tiempo mismo.

1 comentario:

Matías Miguel Roude dijo...

Desde el movimiento de un girasol al amanecer, el vuelo de las aves, el rio, los vientos y cualquier manifestacion que encuentres en la naturaleza. Mismo que imagines sin ver, o el eterno nacer y morir de las cosas vivas; todo esto tiene razones que los mueven, hay causas, efectos, reacciones, acciones. Hay propocito en la vida y en el mundo que vemos, sentimos, percibimos e imaginamos. Pero no hay sentido lógico, no hay orden, y tampoco puede decirse que haya caos. Es más bien como una armonía con disonancias que rompen la monotonia y hacen que la musica siempre cambie, aunque parezca que vuelve a empezar.