Cuando supo que lo amaba se encontraba tomando su primer café del día en la terraza del noveno piso, envuelta en una manta gris. El cielo estaba despejado, los rayos del sol aún débiles y las calles todavía parcialmente vacías. Concentrada en la taza que tenía en sus manos, observaba el borde de la misma, girándola varias veces sobre su propio eje y viendo cómo el líquido acompañaba el movimiento, reflejando a su vez la luz de la mañana. Y mientras se encontraba perdida analizando la taza, supo que lo amaba, y que siempre lo había amado. Sin importar cuántos giros la vida les había dado o cuánto tiempo había pasado, nunca había dejado de amarlo. Lo había odiado, criticado, juzgado, extrañado, pero por más cagadas que ambos habían hecho, en el fondo lo amaba profundamente.
Miró a lo lejos por un rato, pensativa, dejando que los pensamientos pasaran por su mente sin detenerse. Recordó su cara, sus abrazos, su mirada y sonrió. Sí…estaba extrañamente segura de lo que sentía. Y con esa tranquilidad en el corazón volvió a concentrarse en su taza de café.
1 comentario:
Son pequeños los momentos donde nos damos cuenta de las cosas que ya sabemos.
repetis mucho Taza, antes te lo perdonaba pero ahora que sus textos mejoraron, nono.
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