jueves, 22 de enero de 2009

Charlas con el yo














Tengo una gran necesidad de volver a ser puramente yo, cosa que hace mucho no pude ser. Es como cerrar las puertas del corazón para que esa parte quede “untouched” hasta que lleguen los momentos donde vuelvo a meter la llave y lo abro, sabiendo que ahí puede salir la verdadera yo. Acá también soy yo. Sólo que es el yo que se adaptó a la ciudad, al stress, al estudio, al calor, a la rutina. El yo que existió los últimos 6 o 7 años, pero no el yo con el que me familiaricé o con el que me siento cómoda. Hace un par de días mi verdadero yo golpeó las puertas de mi corazón (a patadas) recordándome que seguía ahí porque sinceramente, con todas las cosas que pasaron, había dejado que quede en el olvido. Digamos que golpeó duro, generando un agujero negro en medio del pecho. Durante dos días dejé que mi verdadero yo se apodere de mi mente y mis sentimientos, alegrándome por un lado de que había vuelto a revivir, pero por otro lado, sintiendo el inmenso dolor que había estado guardando bajo llave. Luego de eso, le pedí a mi yo puro que tuviera paciencia, que ahora no podría ser, pero que pronto, pronto volvería a estar con él. Le rogué que me esperara, que entendiera que la vida actualmente sería muy difícil con él, y que dejara el trabajo al yo artificial que era más resistente en este mundo, porque, lógicamente, había sido creado en él. A duras penas quiso ceder, pero seguramente sintió en las profundidades de mi ser que mi corazón y alma le pertenecían a él, al verdadero yo, y por lo tanto dijo que me esperaría todo el tiempo que fuese necesario. Pero también me dijo “no me olvides”, y me lo dijo en alemán, recordándome a la flor que de alguna forma marcó nuestro pasado, Vergissmeinnicht.


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