viernes, 30 de noviembre de 2007

Día




















Es como si hoy pudiera reírme de todo, de cada día de mi vida, de cada momento.
Como si hoy hubiese abierto los ojos y visto por primera vez al mundo. No, no fue hoy. Fueron 19 años de un lento abrir de ojos. Tal vez sean más. Llegué a pensar que era sólo un momento más, pero de alguna forma sé, o siento (o es lo mismo) que es sólo el comienzo.
Estuve, de alguna forma inconciente (o pensando que era conciente cuando tal vez no lo era) alejándome de la gente, porque sentía que algo no estaba bien. Cada día de mi vida, algo no estaba bien, algo faltaba. Hoy, mis manos tiemblan al escribir. Cierro los ojos e intento poner en palabras lo que me pasa, pero ni yo lo entiendo.
Escuché muchas palabras estos días, o estos últimos años.
Me río por cómo todo se fue dando. Como un juego, las piezas que parecían tan caóticas, tal vez en algún punto se alinearon, dejándome ver claramente que todo fue por algo, para llegar a algo.
Cada día lo siento más fuerte, y a su vez tengo miedo. Miedo de sentir la grandeza que sólo pude oír en boca de otros. Miedo a entender que tal vez yo también pueda.
No me pidan que lo explique, no me pregunten qué me pasa porque no sabré contestarles. No aún, no hoy, porque soy una niña que aún no ha aprendido a correr, y si me preguntan, será como querer empujar a aquella niña a que corra. Lo único que lograrían sería que la niña tropiece, porque aún no ha aprendido a correr.
Realmente me mantengo en silencio, escuchando, observando, porque no entiendo. Y si no entiendo, no puedo hablar. Pero a su vez, todo cobra sentido a cada paso que doy.
Estoy volviendo a respirar.
Estos últimos días…no hubo día en el que no lloré. Lloré por cualquier cosa, pero sobre todo por las palabras que escuché. La primera vez, hace unos días, que estallé así, no pude parar. Lloré, sin poder controlarme. Sentí de repente tanto dolor, que no sabía qué hacer con él. Sentí que me destruía. Fue como si todo el mundo que me había creado hasta entonces se me venía abajo. De ahí en adelante, lloré cada día. Pero en vez de que me haga mal, de a poco, me fue aliviando. Cada día, cada momento, iba cambiando. Fue como redescubrir algo, sin saber qué.
No entiendo, no puedo describirlo mejor.
Estoy volviendo a respirar. Mi mente aún no entiende lo que sucede, yo aún no entiendo. Me imagino miles de cosas, pero deseo vivirlas. Necesito vivirlas. Necesito despertar.
Tengo miedo, mucho miedo, pero sonrío.
Sé, y esta vez desde mi espíritu, desde el fondo de mi ser, desde mi alma, desde el único alma que existe, que todo va a estar bien.

El encuentro















Cuando pensaba que ya nada ocurriría en su vida, la vida la sorprendió, dándole un nuevo hijo. No uno como cualquiera se esperaría, no había nacido de su vientre. Jamás podría haber venido de ella, ya que se encontraba demasiado vieja como para tener hijos. Sin embargo, en cuanto lo encontró, supo que era suyo, que tenía que serlo, y que no había ser en el mundo que pudiese cuidar mejor de él que ella.

Un día había decidido terminar definitivamente con su vida. Hace años que no tenía una vida agradable, se sentía sola. La soledad por sí misma no era el problema, pero sí la monotonía del día a día, que acentuaba aún más su soledad. Había dejado de sentir fascinación por la vida hace años. Ya nada la sorprendía, nada la divertía. Por más que intentara recordar cómo era amar la vida, los días no cambiaban, su alma se había dormido con el paso del tiempo.

Así llegó que un día se despertara con una tristeza profunda, de aquellas que no tienen explicación, que aparecen cada tanto. Pero para ella no era sólo una tristeza más, quería que fuera la última.

Tomó todas las píldoras que tenía en casa, se vistió y salió. Aún no había amanecido, pero el día prometía traer lluvia consigo. Vivía cerca de un bosque, por lo que cruzó la calle, caminó unos pasos, y se introdujo en aquel bosque que tan bien conocía.

No sentía nada aquel día más allá de la tristeza. No había rasgos de arrepentimiento o miedo en ella, sólo convicción. Sus pasos eran firmes y seguros, por más que no había mucha luz, ella sabía por dónde ir. En realidad no había camino, pero ella lo había creado con el paso del tiempo, de tanto caminar por ahí había dejado una especie de camino, que sólo ella podía reconocer.

Caminó varias horas. El sol ya debía haber salido, pero no se veía debido a que el día se encontraba nublado. El gris azulado modificaba todos los colores naturales del bosque sumergiéndolo en un color monótono, tal como su vida.

Volvió a recordar momentos de su vida en aquel bosque. De alguna forma sentía que el tiempo se superponía y que vivía varios recuerdos a la vez. Creía poder verse entre aquellos árboles, una vez de chiquita, otra de adolescente, otra de adulta. Cada figura de ella representaba algún recuerdo vivido en el bosque. La niña jugando a solas a las escondidas (aún se preguntaba con quién había estado jugando, por más que intentara, no podía recordarlo), corriendo de un lado al otro, riéndose a carcajadas. La adolescente, fumando y charlando con alguien, aunque aparecía sólo ella, como si estuviese hablando sola. Seguro que había otra persona con ella en aquel entonces, pero no recordaba quién. La adulta, sentada bajo un árbol, leyendo un libro y de vez en cuando mirando a lo lejos, como si vigilara a alguien, por más que no hubiese nadie más.

Todas estas imágenes se encontraban ahora frente a ella, la mujer envejecida. Ella caminaba, mientras veía los fantasmas de su pasado caminando a su lado.

Había dejado de fumar hace tiempo, tampoco sentía más placer tomando alcohol. Era como si todo lo que había hecho no hubiese tenido sentido, como si hubiese vivido una mentira, un engaño. Se preguntaba si realmente había pasado todo aquello que ella ahora recordaba, o si acaso era todo parte de su imaginación, y que sólo existía ella, siendo todo lo demás creación de su propia mente. Quién era ella en realidad? Qué había hecho todos estos años? Había realmente vivido?

Los pensamientos iban y venían pero no se quedaban mucho tiempo en su mente. Era un flujo constante de vivencias, momentos, recuerdos pero ya nada importaba, ya nada la afectaba. Había tomado la decisión de dejarlo todo, de abandonar todo y por primera vez en mucho tiempo se sentía bien.

Caminando llegó a un árbol. No sabía si alguna vez se había introducido tanto en el bosque, pero ni eso era problema para ella. Total, no iba a salir viva de él.

Tranquilamente, se sentó y apoyó su espalda contra el tronco del árbol. La tierra aún se encontraba húmeda. El silencio del bosque la reconfortaba. Hacía cuánto que no había vuelto a tener sensaciones como éstas?

Cuando quiso sacar las píldoras de su bolsillo, algo rozó su mano. Cuando giró la cabeza para ver de qué se trataba, dio un grito de asombro. A su costado tenía una bolita negra, mirándola fijamente con ojos tan inocentes, que no pudo más que reírse, sorprendiéndose ella misma de aquella reacción tan natural. No podía explicarse de dónde había salido ese cachorro, que ahora que ella se encontraba de pie, buscaba la cercanía de sus pies. Jamás podría haberse encontrado en aquel lugar solo porque hubiese muerto de hambre, pero por más que girara y girara, no había persona cerca que pudiese haberlo dejado ahí sin que ella lo notara.

Volvió a sentarse, tomándolo en sus manos y levantándolo a la altura de sus ojos. Lo miró fijamente. Aquella bolita peluda no dejaba d mirarla. De repente, la mujer comenzó a llorar. No entendía por qué, pero todo su cuerpo temblaba. Había pensado, había sentido que era correcto lo que hacía, entonces no podía entender por qué de repente sentía aquel dolor y aquel miedo. Mientras ella había estado a punto de destruir su vida, otra había nacido tal vez sin que nadie lo supiese. Y mientras ella pensaba solamente en ella, había ignorado cómo quitando su vida seguramente quitaba también la vida de ese cachorro inocente, que sólo gracias a ella lograría sobrevivir.

Cuando tomó al animal en sus manos, por primera vez sintió que sus almas estaban conectadas. No era nada fuera de lo normal, no era un milagro, sino que sintió que por primera vez se había detenido a observarse. El cachorro era ella, parte de ella. Y ahora, esa parte de su alma necesitaba ser cuidada, así como ella quería cuidar de ese cachorro. Lentamente se incorporó llevando al perrito en su brazo. Tardaría bastante tiempo en regresar a su casa, aquella a la que pensaba no regresar jamás.

Cada paso su vida iba cobrando sentido, a cada paso su peso se aliviaba. Lloraba, pero sonreía. El tiempo no parecía existir en aquel bosque.

Mientras caminaba, las figuras de su infancia nuevamente la acompañaban, pero esta vez no siguiendo con sus propias vidas en sus propios tiempos, sino mirándola fijamente a ella. El tiempo pasado ya no existía salvo en su mente, y todo lo que había vivido se volvía parte de ella. La niña, la adolescente, la mujer adulta, ya no eran entes independientes, sino relacionados entre ellos. Eran ella, y parte de ella.

Mientras el tiempo iba avanzando junto a sus pasos, las imágenes desaparecían lentamente. Ahora ya no necesitaban recordarle quiénes eran. Ella ya había comprendido.

Cuando se estaba acercando al final del bosque, pudo notar que el cielo se había aclarado, y que ahora estaba atardeciendo. El cielo estaba inmerso en un universo de colores, pasando de rojo intenso al azul oscuro, dejándole los arboles a contraluz, como si fuesen siluetas que la guiaban hacia el exterior.

En el momento que dio su primer paso fuera del bosque, el cachorro había desaparecido.

jueves, 29 de noviembre de 2007

Pensamientos
















No hay forma de salir de este laberinto recto. Encontrarse, no encontrarse. Verse y no verse. Saberse y no saberse. Las vueltas que damos, las veces que regresamos, lentamente, volviendo al comienzo, para comenzar de nuevo, el principio del día, de la noche, de lo que somos, de lo que sentimos. Porque de nada sirve sonreír si no se siente, de nada sirve pretender estar bien. Más que engañarse, es lastimarse, es no reconocerse, es alejarse de lo que queremos ser. Si son sinceras, las lágrimas hablan por sí solas y saben hacerse entender. Las palabras incompletas, insensatas, sin sentido, confusas. Nos perdemos, nos olvidamos, pero estamos vivos, somos vida, damos vida a las lágrimas, a los abrazos, a las sonrisas. Y si es esto lo que somos, seámoslo desde el alma porque el alma es lo único que al final nos queda. A través de él, somos, respiramos, sentimos.
Soles hay miles, pero sólo uno es nuestro sol y encontrarlo es recorrer años, kilómetros, tiempo que no es tiempo, que son sólo números que le damos a lo que no se puede entender. Porque el alma no tiene tiempo, no tiene límite, ni fronteras. Nuestros sueños no conocen laberintos, ni paredes, sino que se elevan a donde la razón no llega, a donde pueden expandir sus alas y encontrar su centro, su sol, su luz, su ser. Nuestro sol es nuestra vida, es nuestra mirada más profunda, nuestro amor más puro. No por lo que vemos, por lo que demostramos, por cómo hablamos, sino por lo que soñamos, por lo que nuestro corazón late.
El laberinto recto, que nos lleva hasta el fin y al comienzo, y del comienzo al fin que no es fin. Porque transitamos en armonía, con nosotros mismos, con lo que soñamos. Y si sonreímos, que sea nuestro sol el que sonría, que sea nuestro alma el que cante. Y si lloramos, lloremos, porque sólo así vivimos los sentimientos, y sabemos dónde encontrarnos.
Verse, no verse. Saberse y no saberse. No somos acaso todos uno mismo? No somos acaso nosotros mismos los que nos buscamos, los que nos engañamos, los que abrazamos? Querer ser, y ser. Hay una gran diferencia.


*

viernes, 16 de noviembre de 2007

El silencio
















Encontramos aquí lo que se llama silencio.
En las voces, en las luces, en el viento y en el calor que emite el corazón latente; todo conduce al ya tan conocido silencio.
El silencio de las mañanas como de las noches, de los amaneceres como de los atardeceres. Tan parecidos pero con esa mínima diferencia que los hace ser únicos e inconfundibles.
Los silencios que siguen a las lágrimas, los que son temidos, los que son agradecidos, los que son buscados y los que son encontrados. Por todos lados nos encontraremos con estos silencios, por más cortos e insignificantes que sean, están, si uno sabe buscarlos debidamente y les deja su espacio para expandirse y hacerse notar.
No hay silencios molestos; en todo caso las molestias son producidas por la misma mente que no sabe cómo enfrentarse al silencio.
El silencio es el contrario al sonido y al ruido. Es la parte complementaria, el ying (o el yang, depende), el in o el yo, como la luz y la oscuridad, el sol y la luna, el día y la noche. No hay silencio sin ruido, ni ruido sin silencio.
Suele atribuírsele al silencio la característica de ir de la mano con la soledad, debido a que muchas veces decide aparecer cuando nos encontramos o nos sentimos solos. Pero no en todos los casos esto es así. Los silencios también encuentran refugio entre dos personas o en medio de un grupo de gente.
Por lo tanto se puede decir que el silencio es impredecible; aparece cuando quiere y nunca se sabrá dónde caerá a continuación.
Pero es realmente tan impredecible como puede parecer en primer momento? Imaginemos a dos personas que se reencuentran después de 10 años de no verse. Al principio se contarán todas sus vivencias, se reirán, tal vez llorarán, pero llegará el momento, cuando ya se han contado todo y se dan cuenta de la gran distancia que existe entre ellos mismos y la persona desconocida frente a ellos, en el cual se quedarán callados, sin saber que decir. Es aquí donde entraría en juego el silencio. Y, como hemos visto en este ejemplo, no fue tan impredecible que los sucesos pudiesen darse de esta forma. Podremos decir entonces, que por más impredecible que parezca, el silencio es bastante predecible en ciertas situaciones.
Cómo reconocemos el silencio? Parece una pregunta bastante obvia, pero analizándola bien, podremos llegar a encontrar más de una respuesta. Lo primero que se nos ocurriría decir es que el silencio se ve acompañado siempre por la ausencia de ruidos molestos. Pero, y cuando los ruidos no cesan por completo y seguimos escuchando a lo lejos ciertos ruidos conocidos, o notamos el sonido de una mosca o de un ventilador? Normalmente seguimos pensando que estamos en presencia del silencio. Y tomando el ejemplo de los dos que se encuentran después de tantos años, suponiendo que fueran a un café a charlar y de repente cae el silencio, no es lógico imaginarse que alrededor de ellos los ruidos ajenos del ambiente seguirían su curso de manera normal por lo que el silencio no sería completo? Y sin embargo, ambos seguirían notando el silencio entre ellos. Es el silencio entonces meramente un fenómeno del ambiente, un fenómeno producido entre las personas o acaso algo completamente distinto?
Vuelvo a preguntar entonces, cómo se reconoce el silencio?
Supongo que para llegar a una respuesta válida que valga para todos habría que analizar todos los casos posibles y eso nos llevaría una vida y más. Por eso, dejaré que cada uno encuentre su propia respuesta de cómo reconocer cuando se está en presencia de nuestro compañero, el silencio.
El silencio nunca nos abandona, también por eso lo llamo compañero. Siempre dispuesto a estar cuando lo buscamos, siempre haciendo el esfuerzo en ser lo más perfecto posible para nosotros, por más que muchas veces no se le permite ser totalmente él.
No tiene límite de tiempo salvo el que le ponemos nosotros. No pide nada a cambio, sólo que lo escuchemos y disfrutemos. No es complicado, no nos discute ni espera nada de nosotros. Simplemente nos deja ser y nos acompaña en el trayecto.
Por eso el silencio es confiable. Cuando estamos con dudas o tenemos conflictos internos, muchas veces buscamos su presencia para que nos ayude a aclarar nuestras preguntas e incertidumbres. Aparece con distintos nombres tales como meditación, sueño, la ya nombrada soledad, lejanía, naturaleza, pero por más nombres que tenga, su esencia sigue siendo la misma.
La distancia no lo hace distinto, por lo que es universal. En todas las lenguas y culturas el silencio tiene las mismas características, la misma fonética, la misma gramática, el mismo acceso.
El silencio también crea sentimientos, sensaciones y pensamientos. Cuando aparece, no lo hace sin más sino que su entrada es triunfante, segura, firme y llamativa, y a veces, cortante. No necesita introducción ni despedida, ya que es tan conocido como nuestro propio nombre.
Muchas veces es indeseado e intentamos pelear contra él y ganarle. Ahí vemos el caso de personas que le temen o que no saben qué hacer con él. En estos casos los métodos más comunes de evadirlo son: encender la televisión, radio, escuchar música, hacer llamadas telefónicas, etc, y en el caso extremo de no disponer de ninguno de estos instrumentos, el recurso más utilizado es el canto, las charlas consigo mismo o, si se tiene tal habilidad, silbar.
El silencio no siempre es producido por uno mismo. Es por eso que muchas veces no lo deseamos. Tal vez sentimos que no podemos controlarlo o que somos controlados por él. Al sentir que tiene esta ventaja sobre nosotros, nosotros que tanto deseamos controlar todas las situaciones, nos sentimos débiles o incapaces. No sabemos cómo enfrentarnos a él ya que no es visible a los ojos y por lo tanto, un contrincante temido y respetado. Y sobre todas las cosas, la pregunta fundamental cuando aparece el silencio es, cómo actuar? No hay una guía con pasos a seguir en caso de la presencia del silencio. Hay guías para todo, menos para las cosas importantes como estas. Entonces, no sabemos cómo comportarnos, qué hacer con nosotros mismos cuando nos vemos involucrados en una situación de silencio. Quebrarlo? Acompañarlo? Esperar? Correr?
Es en estos momentos que entramos en conflicto con nosotros mismos y dejamos al silencio de lado. Y después le echamos la culpa al silencio por aparecer así, sin previo aviso, dejándonos completamente en desamparo cuando la culpa es meramente nuestra.
Me pregunto cuántas personas verán el silencio como enseñanza, como maestro.
Se dice, aunque no quisiera aferrarme mucho al “se dice”, que el silencio dice más que mil palabras. Podríamos tomar aquello como guía? Tal vez. Pero quedaría incompleta, ya que no se aclara ni cuánto tiempo de silencio, ni en qué situaciones se daría aquel caso ni con quién serviría y con quién no. Por eso, al menos que uno quisiera tener una guía incompleta, diría que ese proverbio es sólo una mera posibilidad de ver el silencio.
El silencio, siempre tan misterioso y a su vez simple silencio del día a día, cuántas veces lo notaremos y cuántas veces pasará de largo sin dejar historial?
Tal vez sería más fácil reconocerlo si supiéramos cómo imaginárnoslo. Al ser un ente abstracto no podemos tener una visión clara del silencio cuando hablamos de él. Entonces habría que analizar diferentes formas de imaginarse al silencio, tratar de encontrar una imagen que se asemeje, que nos haga pensar en el silencio.
Pensándolo, es muy difícil encontrar una imagen visual representativa del silencio. Extraño. Poder pensar las palabras sin tener una imagen muy clara de lo que se está hablando, y sin embargo creer saber de lo que se trata.
El silencio que nos llena, el que nos vacía, el que nos reconforta, el que nos desespera, el que nos alivia, el que nos angustia. Tantas sensaciones y descripciones de lo mismo, tantas interpretaciones capaces de llenar cientos y cientos de páginas y terminar no diciendo nada.
Aquel silencio hoy llena mi mente, dejándome pensativa, dejándome estar “acá”. Y no importa lo que pase, lo que ocurra, cuántas cosas negativas haya cada día, porque afectan la mitad de lo que harían cuando mi mente se encuentra en silencio.
Porque en silencio he mirado a mi maestro, porque en silencio te he escuchado, porque en silencio he acompañado cada día a mi madre, porque en silencio las montañas hablan, y porque en silencio la nieve cubre la tierra de invierno.
Porque en silencio hemos compartido tantos momentos, visto tanto, soñado tanto.
Y porque el tiempo pasa, también en silencio, sigiloso.
Si no podemos entenderlo, quererlo, aceptarlo, comprenderlo, no podemos disfrutarlo. Si no podemos disfrutarlo, indefectiblemente antes o después le tendremos miedo y el miedo nos hace retroceder ante la vida. Y el silencio es parte de la vida. Como el camino lo recorremos en silencio. Con muchos ruidos, palabras, gritos, vivencias, pero el silencio lo termina cubriendo todo, llenando todo. Y descubrimos que somos silencio, que somos tranquilidad, que somos paz.
Y en silencio, sonreímos.

*


miércoles, 14 de noviembre de 2007

Seminario 2007





















Bien, hoy fue la despedida de Sekiguchi Sensei.
Por una semana, las cosas estarán, supongo, un poco más tranquilas…conoceré el nuevo dojo, estudiaré para el último examen (rezo para que sea realmente el último) y tomaré, espero tmb, alguna que otra decisión sobre cómo seguir de ahora en adelante.

Cómo explicar lo que fueron estos días? Como ya dije, no alcanzan las palabras. Nuevamente pasó un año más, el tercero para ser exactos, y los días volaron y hoy ya pasó todo. Una ola que llega, arrasa con todo, renueva todo, y se vuelve a ir con la misma prontitud con la que vino, dejando tras de sí un ambiente renovado y nuevas fuerzas.
Cuando vi la foto grupal de este año, la vi diferente a los años anteriores. La vi con más variedad, con mayor amplitud, alegría, menos estructurado. O sea, la vi…también renovada. Hay colores, gente de taiko con sus trajes, ninjas, kimonos, banderas, gente sonriendo. No sé bien qué le vi de diferente…y por eso la volví a mirar a ver si descubría algo nuevo que me contestaría la pregunta, pero no. Simplemente es lo que es. Esa foto, ese momento, esa gente.
Y agradezco con todo mi corazón a mis compañeros de Taiko que pusieron tanto esfuerzo de su parte, y que nos alegraron los días venideros. Realmente nos llenaron de energía, y hablo en plural porque hasta el último día no dejé de oír comentarios y felicitaciones por la participación y las ganas que pusieron. Cambiaron, y tmb mejoraron a su manera el seminario, de eso no hay duda.

El año pasado, a principios de este año, dudaba de si este año llegaría a presenciar la llegada de Sekiguchi Sensei. Temía que no fuera así. Y es más, estaba casi segura que no sería así. Por eso, haber llegado hoy hasta acá fue para mí realmente un logro y una alegría inimaginable. No sé si puedo decir que para mí fue un mayor regalo aún que para otros porq no tengo derecho de comparar nada mío con nadie, pero sí puedo decir que este seminario lo agradecí y lo disfruté muchísimo más que los dos años anteriores. Seguramente porque el año pasado estaba por perderlo. Y aprendí a valorarlo aún más.

Hoy no tengo ninguna certeza del tiempo que podré compartir junto al dojo. Intento todos los días dar lo mejor, dar todo lo que puedo, para poder seguir siempre, y por años. Como le dije hace poco a alguien que respeto muchísimo “si es por mi, no hay que temer perderme. yo seguiré en la escuela el tiempo que sensei me lo permita”. Y no hay nada mas sincero que eso. Yo estoy.
Durante el año pensaba tantas veces en qué me había equivocado tanto, o cuál era el error tan grave que cometía. Aún hoy me pregunto si es un error lo que hago. A tal nivel, de tener que preguntarle a mis senpai si les parece mal lo que hago o si me equivoco en algo y si es así, en qué.
Es verdad que el camino es uno, pero para mí todo lo que hago es parte de ese único camino. No los veo como caminos separados, por eso no veo dónde o entre qué podría elegir, o cuál hace mejor a uno que a otro, si es todo parte de un único camino irremplazable. Por eso nunca podría dejar esta escuela, porque es mi camino, y porque todo lo que hago, es parte de ese camino, y porque gracias a ese camino, yo soy lo que soy y hago lo que hago.
Durante el seminario me di cuenta también que todo lo que me acompañó estos últimos años no hizo más que enriquecer y aportar a mi crecimiento. Por más que muchos no lo entiendan, las similitudes son enormes aún cuando parece que las artes son completamente diferentes. Es por eso que Sekiguchi Sensei logra comparar tan bien y con tanta claridad el karate con el iaido y es por eso que lo que se aplica al iaido también sirve para taiko y viceversa. Y a su vez, el taiko saca sus posturas del karate, y así, el círculo es uno sólo que cierra sólo si se lo ve como un todo, y no como cada cosa por separado.

Como dije, si en algún momento creía ser capaz de decir “seguiré siempre en esto”, hoy corrijo lo que dije y pienso “intentaré hacer todo lo posible para poder seguir siempre en esto”.

Cuando veo a sensei, sé que lo respeto. Y no lo respeto únicamente por su trayectoria en las artes marciales, sino lo respeto y lo admiro en primer lugar por ser persona, por ser hombre, y después, por ser sensei. Porque si no fuese persona, no podría ser sensei. Cuando comencé con iaido me equivoqué al verlo únicamente como sensei, y no entendía la mitad de las cosas que hacía. Hoy lo entiendo, y lo acepto, y lo apoyo, y lo admiro por su humanidad. Y no porque sea perfecto, porque la perfección no existe, sino simplemente por ser hombre y sensei, y sensei y hombre, y un hombre que se convirtió en sensei y un sensei que no puede más que ser completamente hombre, y por lo tanto y a su vez, ser sensei. Complicado? Sí. Pero naturalmente lógico (yo me entiendo jej) y comprensible, si uno se abre e intenta comprenderme.
Y que yo piense así, no significa que yo tenga razón. Sino que esa es mi razón, y únicamente mía y que esa me impulsa cada día a ser parte de la escuela, y querer ser parte.

Volviendo al seminario…los días fueron cansadores, agotadores, y el tiempo a veces no quería pasar, y a su vez pasaba demasiado rápido. Cuántas veces pasa que uno ve 10 días seguidos a los mismos compañeros las horas que nos vimos, y comparten tanto esfuerzo juntos? Sekiguchi Sensei dijo que veía unidad en nosotros, y yo sólo puedo asentir y darle la razón. Realmente estabamos unidos por los lazos de la práctica, y si se me permite decir, del camino que nos unió a todos en primer lugar.
Logré acercarme a mucha gente, admirar más y más a las personas, a personas particulares, y al hombre en sí.

Muchas veces se sorprenden al verme sacar fotos a las caras y a los gestos de las personas, sus posturas, sus momentos de concentración, de ausencia. Y yo sólo puedo responder diciéndoles que me encanta fotografiar a la gente, cuando en realidad es mucho más que eso. Es porque admiro a las personas. Admiro a mis compañeros, y me encanta retener los momentos tan naturales que sólo salen en momentos específicos, muy difíciles de captar. Durante 10 días intenté sacarle una foto así a Sekiguchi Sensei pero no lo logré. En tres años, sólo logré sacarle una única foto así de especial (lo que yo llamo especial) y no vi a nadie que haya sido capaz de sacarle una foto de tal índole. Y de seguro seguiré intentándolo en otros años, si es que tengo la suerte de poder vivirlos junto a Sekiguchi y la escuela.

La práctica en sí? Si no fuese exigente no se podría llamar práctica, por lo que los detalles físicos son innecesarios ponerlos acá. Sí puedo decir que por más que observé cada movimiento suyo e intenté e intento copiarlos, sentí que este año veía otra cosa, completamente distinta y que dejaba los movimientos en segundo lugar. Cómo describirlo? Cómo describir la sensación de haber prestado atención a cada detalle y a su vez, no haber visto ni uno? Lo primero sería una mirada tal vez demasiado perfeccionista y detallista, aunque ideal para el iaido. La segunda sería una mirada completamente fallida y de principiante. Entonces cómo describir que lo que sentí, eran ambas sensaciones a la vez mezcladas en una? Si me preguntaban por los detalles de la técnica, noté que no me había perdido de nada de lo que nombraban o preguntaban. Pero el resto del tiempo, no le prestaba atención y no le daba la importancia que había hecho en años anteriores. Copiaba la técnica y aplicaba lo que veía, pero más que nada la grababa en mi corazón, y sentía que tenía que prestarle atención a otra cosa, no visible a los ojos. Por eso lo miraba, y a su vez no lo miraba. Y me pregunté los 10 días si acaso no lo había aprovechado y me obligaba a mirarlo aún más, sin ser capaz de concentrarme en lo que veía. Pensaba que estaba mal.
Hoy, habiéndole mirado a los ojos cuando me tomó de la mano para despedirse, noté que no estuve mal ni uno de esos días. Sin poder explicar acá el por qué (estuve intentándolo mas arriba y tengo que admitir resignada que no me fue posible) supe y sé que este año lo vi “realmente”, por lo menos en comparación a las dos veces anteriores. Y lo sorprendente de todo es que no me refiero a su técnica (ésta la he captado e intentado retener lo mejor posible en mi memoria visual que por suerte la tengo bastante bien desarrollada me han dicho) sino a otra cosa…que no encuentro palabra que lo defina. Por eso lo diré de la manera más simple e incompleta, y por lo tanto, abierta a mal-interpretaciones varias: “por primera vez pude ver realmente a Sekiguchi sin verlo”.

Dije al principio que no hay palabras que puedan definir y explicar lo que fue este seminario. Y sigo manteniendo esa postura por más que vaya por la tercer carilla , pero mientras escribo de todos modos siento que no digo nada y a su vez, que ordeno un poco los sentimientos de estos diez días. Por eso puede parecer todo un caos, y puede ser incomprensible para la mayoría, aburrido para otros. Tampoco busco ponerle tensiones ni sorpresas, ni intento entretener a nadie, ni hacerme entender, sólo escribir.

Mar del Plata. Fue una mezcla de sensaciones varias. Yendo de recuerdos de años anteriores hasta vivencias nuevas, alegrías nuevas. Fue como volver a un lugar después de un año, y terminar de cerrar una historia y entender que así tuvieron que ser las cosas o que así salieron. La pasé excepcionalmente y esa es la verdad. La gente allá es maravillosa, tan humilde y alegre, y dispuesta a ayudar en todo. Fue muy lindo poder compartir con ellos el seminario y las cenas.
Y lo mismo de La Plata. Personas de gran corazón, de soles verdes y informáticas sin computadora y pequeñas grandezas enormes.

Sekiguchi Sensei…conocido y desconocido a la vez. Sin entenderlo con palabras, se lo entiende de corazón. Cómo las palabras se vuelven secundarias cuando el espíritu se expresa y enseña y usa al cuerpo como medio para abrirse a los demás. Si él no es una gran persona, no sé quién lo es.
Tanta humildad, alegría, energía, respeto, dedicación, pasión, corazón, fe, paciencia, silencio, paz, perfección, armonía en una sola persona. Alguien como él, una grandeza que sobrepasa los límites del entendimiento si no se lo ve en persona. Esa sonrisa infantil tan única y pura, esas manos tan duras y lastimadas, que cuentan su propia historia marcial, tan cálidas y tiernas y pequeñas y hermosas a la vez. Esa mirada de alegría, tan pacífica, entendida, cansada, agotada, llena de vivencias, experiencias de vida.
No agarra el bokken, no lo toma, no lo aprieta, sino que lo sostiene en sus manos como tan cálidamente como si tuviese a un pajarito en sus manos que tuviese que cuidar. Es como si únicamente apoyase las manos sobre el bokken, o el bokken en sus manos, o ambas cosas a la vez.
No camina, sino que parece flotar sobre el piso. Sus pasos son tan livianos, simples, fáciles, ágiles, y sin embargo firmes como la tierra, seguras, inamovibles siendo cambiantes.
Esa mente firme, pero llena de henkas, de variantes, de posibilidades, de vida. Nada es estable, nada tiene una sola respuesta, sino que no alcanzan las respuestas a una sola pregunta ni hay suficientes preguntas que alcancen para cubrir todas las respuestas que él tiene.
Su voz en agradable, tan cálida, y perdonen la repetición de palabras pero no soy muy hábil para describir. Da placer escucharlo, y podría escucharlo por horas, maravillándome de su tono tan bajito, su continuo explicar sin pausas, sin secretos, sin límites. A veces sentía que no entendía, que podía entender japonés. O sentía que siempre había escuchado esa voz. Como si en cualquier momento pudiera entender todo, o que ya lo había comprendido sin saber lo que dice.

Es esto, y tanto más, en una sola persona, en 10 días, en un arte marcial, en mí.
Y no me alcanza el tiempo de expresar todo.
Sólo haré mensión a algunas personas, momentos que viví que me hayan quedado realmente grabados por razones conocidas o no tan conocidas. Y no significa que al no nombrar algo no lo recuerde, sino que sólo no fue el momento de recordarlo justo ahora.
Pero siento que poder decir “gracias” y poder decirlo puntualmente, es algo que puedo hacer.

Gracias a Sensei, por hacer posible traer a Sekiguchi Sensei, por más que somos todos los que logramos traerlo, es él el que contacta con él y nos posibilita verlo.

Gracias a Liberato-san por ofrecer su lugar como punto de encuentro cuando no teníamos nada mas.

Gracias a los de taiko, a Naty sobre todo, por la dedicación, la entrega a la parte que le tocó en el seminario, y que dejó marcas importantes.

Gracias a Daniel, por su compromiso de llevarnos y traernos todos los días, por más que él diga que de todos modos tenía que hacer esos trayectos. Él siempre está, y eso no tiene precio ni forma de agradecer lo suficiente. Y lo que digo es poco.

Gracias a Moriya Sensei por seguir tan fielmente a Sekiguchi Sensei y recordarme siempre a él. Por ser tan buen alumno y sensei a su vez, por ser tan humilde y abierto, y por transmitir la misma calidez que Sekiguchi Sensei.

Gracias a Alegre-san, la persona que más llegué a respetar del dojo, junto a Sensei y Moriya. Es único, y la verdad es que ni yo sé o entiendo por que lo quiero y admiro tanto. Lo veo como una especie de padre, por más que esta muy lejos de serlo jamás. Ël, como senpai, fue siempre mi ejemplo a seguir y me ayudó muchísimas veces, queriendo y a veces sin siquiera saberlo.

Gracias a Jacinto-san, por ser tan humilde y amable y especial y confiable. En estos días llegué a respetarlo y quererlo muchísimo más, y hoy puedo decir que lo reee quiero tmb ^^

Gracias a Venturini, por recibirnos tan bien en Mardel, por enseñar en La Plata y Mar del Plata y realizar tantas horas de viaje para ir a la plata o para venir a entrenar a capital. El tmb es un muy buen alumno, o asi lo veo yo por lo menos. Y realmente se esfuerza muchisimo y admiro eso. Realmente ayudo muchisimo en estos seminarios, y es un gran apoyo para sensei.

Gracias a Kochi, que por más que sólo apareció un día, siempre siempre fue increíblemente amable conmigo y me dio muchísimas cosas, que no tengo manera de agradecérselas como se lo merece.

Gracias a los ninjas de capital y a Sasuke de Mardel, por querer formar parte de esto, por mostrar interés en el seminario, por su humildad y dedicación, y por lograr juntar dos artes marciales, unir dos grupos que jamás pensé que se llegarían a unir. Por su gran esfuerzo en estos días y su gran aporte y buena onda durante todo el seminario.

Gracias a Karina, con la que la pasamos bárbaro en Mardel y que se bancó todo el seminario por más que tenía que “estudiar” ;p por las charlas que tenemos, y las cosas que vivimos y compartimos por más que parezca poco, no lo es.

Gracias a la pequeña Sol, que tan buen ejemplo fue para todos. Que tan impresionantemente participó del seminario como una más y logró más que muchos de nosotros juntos. Esperemos que siga avanzando así, y que tenga un gran futuro dentro de las artes marciales.

Gracias a Yes que desde el primer momento fue increíblemente amable conmigo y logró llegar a mí como pocos lo lograron en tan poco tiempo. Su alegría y energía son envidiables y admirables.

Gracias a Conejero y Eugenia, por ser amigos tan buenos y divertidos y siempre dispuestos a pasarla bien. Cuando Conejero está, la práctica se hace muchisimo más alegre, y siempre me trató espectacularmente bien. Espero que siempre podamos seguir practicando juntos.

Gracias a Matías, que está y estuvo siempre, y que sabe y supo disfrutar y aprovechar tanto pero tanto estos días como se lo deseo a todos pero que no todos logran. Por ser tan increíblemente amable, y perdonarme todo ^^”

Gracias a Maria y Sol, por formar parte de este seminario, y por ser tan buenas compañeras de práctica. Y por el esfuerzo de Sol de ir por un día a Mardel con tal de practicar aunque sea un día más. A ella tmb por acompañarme con la marcha anti-asado xD y por ser tan especial, ambas a sus maneras.

Gracias a Javier, por estar desde que estoy en iaido y ser casi un dohai (por más que es senpai, son solo pocas clases, y se puede decir q los últimos 3 años avanzamos a la par) y tal vez el único realmente dohai. Siempre pude confiar en el y la practica no sería lo mismo sin él.

Nuevamente gracias a Sensei, por enseñarme lo que es ser persona y por darme todo lo que me dio en enseñanza, en vivencia, experiencia, y aprendizaje. Por las palabras dichas y los momentos vividos, tanto buenos como malos. Porque todo es parte de lo mismo y todo es parte del mismo camino, camino que emprendí gracias a él y que espero poder seguir compartiendo junto a él. Por dejarme ser su alumna.


Y por último, muchísimas gracias a Sekiguchi, por existir, por ser lo que es. Por el esfuerzo que realiza cada año, cada día, cada minuto, cada instante. Por transmitir de corazón a corazón, de alma a alma, la enseñanza del budo. Por seguir por más agotado que esté. Por sonreír por más difícil que la tenga. Por darnos un camino y mostrárnoslo y ampliarlo año tras año. Por dar todo de él y más. Por enseñarnos lo que es la verdadera humildad. Por darnos la oportunidad de conocerlo. Por su grandeza como persona y budoka. Por darme lo que nadie jamás pudo darme ni podría entender. Por hacer de los momentos vividos junto a él, momentos que nunca jamás olvidaré. Por no hacer diferencias. Por mostrarme lo que un verdadero budoka puede ser. Por hacer y ser budo, y hombre, y sensei, y alumno, y vida a la vez. Por el respeto que le tengo. Por el cariño que le tengo. Por la admiración que le tengo. Por la fe que le tengo y el deposita en nosotros. Por ayudarnos a crecer. Por querer que crezcamos. Por acompañarnos. Por esforzarse para mostrarnos cómo se debe hacer. Por la paz que transmite. Por ser simplemente él. Por ser irremplazable. Por dar, sin esperar nada a cambio.
Gracias.

Hay mucho más, muchísimo más. Pero por hoy, sólo esto.