jueves, 3 de mayo de 2012

Antiguas reflexiones mías sobre el silencio...




Encontramos aquí lo que se llama silencio.
En las voces, en las luces, en el viento y en el calor que emite el corazón latiente; todo conduce al ya tan conocido silencio.
El silencio de las mañanas como de las noches, de los amaneceres como de los atardeceres. Tan parecidos pero con esa mínima diferencia que los hace ser únicos e inconfundibles.
Los silencios que siguen a las lágrimas, los que son temidos, los que son agradecidos, los que son buscados y los que son encontrados. Por todos lados nos encontraremos con estos silencios, por más cortos e insignificantes que sean, están, si uno sabe buscarlos debidamente y les deja su espacio para expandirse y hacerse notar.

No hay silencios molestos; en todo caso las molestias son producidas por la misma mente que no sabe cómo enfrentarse al silencio.
El silencio es el contrario del sonido y del ruido. Es la parte complementaria, el ying (o el yang, depende), el in o el yo, como la luz y la oscuridad, el sol y la luna, el día y la noche. No hay silencio sin ruido, ni ruido sin silencio.

Suele atribuírsele al silencio la característica de ir de la mano con la soledad, debido a que muchas veces decide aparecer cuando nos encontramos o nos sentimos solos. Pero no en todos los casos esto es así. Los silencios también encuentran refugio entre dos personas o en medio de un grupo de gente.
Por lo tanto se puede decir que el silencio es impredecible; aparece cuando quiere y nunca se sabrá dónde caerá a continuación.
Pero es realmente tan impredecible como puede parecer en primer momento? Imaginemos a dos personas que se reencuentran después de 10 años de no verse. Al principio se contarán todas sus vivencias, se reirán, tal vez llorarán, pero llegará el momento, cuando ya se han contado todo y se dan cuenta de la gran distancia que existe entre ellos mismos y la persona desconocida frente a ellos, en el cual se quedarán callados, sin saber que decir. Es aquí donde entraría en juego el silencio. Y, como hemos visto en este ejemplo, no fue tan impredecible que los sucesos pudiesen darse de esta forma. Podremos decir entonces, que por más impredecible que parezca, el silencio es bastante predecible en ciertas situaciones.
Cómo reconocemos el silencio? Parece una pregunta bastante obvia, pero analizándola bien, podremos llegar a encontrar más de una respuesta. Lo primero que se nos ocurriría decir es que el silencio se ve acompañado siempre por la ausencia de ruidos molestos. Pero, y cuando los ruidos no cesan por completo y seguimos escuchando a lo lejos ciertos ruidos conocidos, o notamos el sonido de una mosca o de un ventilador? Normalmente seguimos pensando que estamos en presencia del silencio. Y tomando el ejemplo de los dos que se encuentran después de tantos años, suponiendo que fueran a un café a charlar y de repente cae el silencio, no es lógico imaginarse que alrededor de ellos los ruidos ajenos del ambiente seguirían su curso de manera normal por lo que el silencio no sería completo? Y sin embargo, ambos seguirían notando el silencio entre ellos. Es el silencio entonces meramente un fenómeno del ambiente, un fenómeno producido entre las personas o acaso algo completamente distinto?

Vuelvo a preguntar entonces, cómo se reconoce el silencio?
Supongo que para llegar a una respuesta válida que valga para todos habría que analizar todos los casos posibles y eso nos llevaría una vida y más. Por eso, dejaré que cada uno encuentre su propia respuesta de cómo reconocer cuando se está en presencia de nuestro compañero, el silencio.

El silencio nunca nos abandona, también por eso lo llamo compañero. Siempre dispuesto a estar cuando lo buscamos, siempre haciendo el esfuerzo en ser lo más perfecto posible para nosotros, por más que muchas veces no se le permite ser totalmente él.
No tiene límite de tiempo salvo el que le ponemos nosotros. No pide nada a cambio, sólo que lo escuchemos y disfrutemos. No es complicado, no nos discute ni espera nada de nosotros. Simplemente nos deja ser y nos acompaña en el trayecto.

Por eso el silencio es confiable. Cuando estamos con dudas o tenemos conflictos internos, muchas veces buscamos su presencia para que nos ayude a aclarar nuestras preguntas e incertidumbres. Aparece con distintos nombres tales como meditación, sueño, la ya nombrada soledad, lejanía, naturaleza, pero por más nombres que tenga, su esencia sigue siendo la misma.

La distancia no lo hace distinto, por lo que es universal. En todas las lenguas y culturas el silencio tiene las mismas características, la misma fonética, la misma gramática, el mismo acceso.

El silencio también crea sentimientos, sensaciones y pensamientos. Cuando aparece, no lo hace sin más sino que su entrada es triunfante, segura, firme y llamativa, y a veces, cortante. No necesita introducción ni despedida, ya que es tan conocido como nuestro propio nombre.
Muchas veces es indeseado e intentamos pelear contra él y ganarle. Ahí vemos el caso de personas que le temen o que no saben qué hacer con él. En estos casos los métodos más comunes de evadirlo son: encender la televisión, radio, escuchar música, hacer llamadas telefónicas, etc, y en el caso extremo de no disponer de ninguno de estos instrumentos, el recurso más utilizado es el canto, las charlas consigo mismo o, si se tiene tal habilidad, silbar.
El silencio no siempre es producido por uno mismo. Es por eso que muchas veces no lo deseamos. Tal vez sentimos que no podemos controlarlo o que somos controlados por él. Al sentir que tiene esta ventaja sobre nosotros, nosotros que tanto deseamos controlar todas las situaciones, nos sentimos débiles o incapaces. No sabemos como enfrentarnos a él ya que no es visible a los ojos y por lo tanto, un contrincante temido y respetado. Y sobre todas las cosas, la pregunta fundamental cuando aparece el silencio es, cómo actuar? No hay una guía con pasos a seguir en caso de la presencia del silencio. Hay guías para todo, menos para las cosas importantes como esas. Entonces, no sabemos cómo comportarnos, qué hacer con nosotros mismos cuando nos vemos involucrados en una situación de silencio.
Quebrarlo? Acompañarlo? Esperar? Correr?

Es en estos momentos que entramos en conflicto con nosotros mismos y dejamos al silencio de lado. Y después le echamos la culpa al silencio por aparecer así, sin previo aviso, dejándonos completamente en desamparo cuando la culpa es meramente nuestra.
Me pregunto cuántas personas verán el silencio como enseñanza, como maestro.
Se dice, aunque no quisiera aferrarme mucho al “se dice”, que el silencio dice más que mil palabras. Podríamos tomar aquello como guía? Tal vez. Pero quedaría incompleta, ya que no se aclara ni cuánto tiempo de silencio, ni en qué situaciones se daría aquel caso ni con quién serviría y con quién no. Por eso, al menos que uno quisiera tener una guía incompleta, diría que ese proverbio es sólo una mera posibilidad de ver al silencio.

El silencio, siempre tan misterioso y a su vez simple silencio del día a día, cuántas veces lo notaremos y cuántas veces pasará de largo sin dejar historial? 

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