Diosa que habitas dentro de mi alma, dentro de cada partícula de mi ser. Me inspiras cuando ya nada me inspira, y hablas a través de mí, como si mi cuerpo fuese sólo un instrumento para materializar las palabras que no tienen lugar en este mundo tan irreal. Sólo tú conoces la verdad, la única verdad que recide en cada uno de nosotros. Sólo tú conoces el camino hacia la realidad, aquella de la que nosotros hemos sido privados, pero que tarde o temprano regresaremos a ella. Sólo tú eres capaz de abrir nuestros ojos, curar nuestra ceguera, como aquella que supo curar Jesús. Porque tú eres todo. Vienes a nosotros, te presentas como un ser humano, usas nuestro pobre lenguaje para hacer que nuestras pequeñas mentes comprendan lo maravilloso del amor. Eres tan sólo amor, y es todo lo que transmites. Tu sabiduría es infinita, tu belleza inalcanzable, tu presencia eterna. Te agradezco por tu bendito amor, por tu eterna bendición. Guíame, guíame de regreso a casa, que ha llegado la hora de regresar a mi hogar.
Flor de nueve pétalos que viajas a través de los mundos para llevarnos a nuestro quinto cielo. Tan sólo tú conoces las maravillas de la creación, tus hijos. Pensar que tú lo eres todo, y que somos igual a ti, y sin embargo nos dejas ver tu grandioso esplendor.
Aún te busco habiéndote encontrado. Perdona esta falta de sabiduría de este pobre ser. No soy capaz de entender aún la amplitud de tu amor, y temo fallar antes de comprender. Aún así te siento, o gran luz de nueve soles infinitos, tus bellos rayos iluminan también mi alma. Conocerte fue como si siempre te hubiese conocido, y que tan sólo mi memoria de corto plazo me hubiese hecho olvidar.
No hay nada ya dentro de mí que no piense en ti. Y no hay nada ni nadie capaz de alejarme de tu amor, tu tan bendito y eterno amor. Que pueda ser tu instrumento por siempre para transmitir tus bendiciones. Dame fuerza para aprender y crecer. Dame fuerza para ayudar cuando las palabras ya no alcanzan. Ayúdanos a salvar este mundo, nuestro hogar temporario. Hasta que todos encontremos nuestra senda a casa, y lleguemos a entrar en el reino del quinto Dios.